viernes, 3 de octubre de 2014

RUEDO IBERICO.BLOG DE TEATRO. ETA Y LOS JUSTOS DE CAMUS .ANALISIS POLITICO


Análisis político de un gran montaje.

Podría titular este artículo, copiándole a Alfonso Sastre el título de una de sus obras, Análisis espectral de un comando al servicio de la revolución proletaria. Podría,  incluso, evocar algún pasaje de En la red, del mismo autor, ésta perteneciente a su etapa formalmente realista y más comprometida con la revolución en general que con el independentismo vasco. Pero el grito de Maite,  con que concluye este excelente montaje de Los justos, de Albert Camus, “a partir de ahora  no somos revolucionarios, somos asesinos”, me hace variar ligeramente el enfoque. Esa frase no es  de Camus, sino de José A. Pérez y Javier Hernández-Simón, autores de la versión. Dora, al conocer la muerte del amado dice que  ella, además de fabricar las bombas, las hará explosionar. En la adaptación Rusia es  Euskalerría y el enemigo no es el Zar, sino el Estado  español y el objetivo no es el Gran Duque, sino un alto cargo del Gobierno; el texto es Camus puro, pese a esa traslación geopolítica.

Interpretación, iluminación, espacio escénico, recreación del mismo a través del movimiento de los personajes,  el entramado de cuerdas,  metafórica  forma de estar atados a una tierra o a una idea o, si se quiere, a una idea nacida de la tierra. En este sentido el injerto del poema de Gabriel Aresti, Defenderé la casa de mi padre, en boca precisamente de Josu, el duro, sí parece oportuno.

Aunque el espíritu de los dos finales venga a ser el mismo, la textualidad  y sus efectos cambian. Habría que ver si el entusiasmo del público hubiera sido el mismo sin esa autoinculpación,  que no existe en Camus: “no somos revolucionarios, somos asesinos”. Esta idea está en el texto original  como reflexión teórica, como odio y conciencia atribulada, tanto en el Stepan de Camus, como en el Josu de A. Pérez y Hernández-Simón.

Antes de este grito, Maite ha sufrido una fuerte evolución en contra de los métodos violentos y está a punto de abandonar la Organización. Se radicaliza ante la muerte en prisión del poeta, que, en vez de ser colgado  por el verdugo, se ahorca por miedo a que lo consideren un delator, sutil y criminal argucia filtrada a la prensa por el jefe de prisiones. La radicalización de la militancia de Maite es una venganza por amor. Para el comando, pese a las dudas filosóficas del  Camus existencialista, durante toda la función, da igual; importa la eficacia. Sin embargo, en ese momento crucial, en ese final autoinculpatorio,  se produce una fractura del discurso dramático: Maite,  salta de  acusar de cobardes a todos los vascos por no seguir colectivamente a ETA, a  radicalizar su militancia por venganza de amor. Pasa de ser una Yoyes en potencia,  a ser la celebérrima Tigresa, pongamos por caso.     

 De no ser por las contínuas alusiones a la democracia -desencanto de Eta y desencanto de muchos españoles- este alto cargo podría ser Carrero Blanco. La traslación geopolítica es legítima y parece raro que no haya tentado antes a nadie, o que Pérez y Hernández-Simón no se hayan decidido a ponerla hasta ahora, cuando Eta está casi desactivada. Hace algunos años Borja Ortiz  de Gondra estrenó Mane, Tezel, Fares. Y más cerca, Ignacio Amestoy estrenó La cena, obras en que  se escenificaba la fractura de la sociedad vasca en torno a Eta.

  Por lo demás, se enfatiza la  sensibilidad  de Camus por el sufrimiento de los niños, que ya está en La peste. En Camus es una ética, en el comando etarra, para casi todos y más para el poeta, también. Menos para Josu, el implacable, para el cual  es una prueba de extrema  debilidad: un terror que retrocede ante la muerte de niños, ni es terror ni puede encarnar  una idea emancipatoria, viene a decir Josu.     

Alguna pega más podría ponérsele al texto. Por muy enfervorizado que esté el comando con la  ekinza, no parece  prudente cantar a voz en grito en un piso de vecinos, con balcones a la calle, el Eusko Gudariak y gritar ¡Gora Eta!. Pero el montaje, su visualización, desde el manejo del espacio hasta la interpretación, es rotundo y cerca de la perfección.

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario