jueves, 7 de diciembre de 2017

VERONESE, LA TRITURADORA; ERNESTO ARIAS,CERVANTES

 Espía a una mujer que se mata,  Vania y la trituradora de Veronese. Un arranque fuerte,  difícil de mantener a lo largo de toda  la obra. Una pistola apuntando a la cabeza de Sonia, una huida  gatuna de Serebriakov (Pedro G. de las Heras).  Chejov con injertos de Las criadas;  los caminos de  Veronese son inescrutables. Recuerdo, todavía perplejo, su montaje de Tres hermanas con un reparto  masculino.  Veronese en la  sala Paco Nieva. El mismo escenario, idéntico rincón de  Mujeres soñaron caballos: Buen reparto  con una  impecable Susi Fernández, una de mis actrices preferidas. Y la joven  Marina Salas, Sonia entre el desamor y la resignación. Atención a esta joven actriz, con una inusual fuerza expresiva en sus ojos dolientes. Malena Gutiérrez hace un gracioso con autoridad y ternura, Teleguin. La belleza llena de pasión de Natalia Verbeke, la sofisticada dama moscovita.  Ginés Millán, con un cuarto de hora antológico ya cercano el desenlace.

Dos entremeses de Cervantes, nunca representados.
Gran trabajo de dirección, movimiento escénico, plasticidad.  En la Abadia, La guarda cuidadosa y El rufián viudo llamado Trampagos, dirigidos por Ernesto Arias.  Arias es un excelente actor,  Dionisio Ridruejo en la obra de Ignacio Amestoy,  El malentendido, de Albert Camus. Piedad de Cervantes por el ser humano  sea un soldado  pobre y fanfarrón, un sotasacristán, un putón desorejado, una doncella virginal desvirgada en plena calle, o una dama bella y virtuosa que defiende su  derecho a la soledad. Emoción en este  discurso sobre  la belleza y el derecho a la soledad de la doncella; Carmen Valverde tan brillante de virgen como de puta; soy dueña de mi belleza y mi soledad, no tengo por qué amar a nadie y menos a un feo; piadosa ironía cervantina.




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