Niños prodigiosos y el magisterio de Natalia Millán y Carlos Hipólito
Se trata de un espectáculo
comercial y brillante con gran aparataje escénico y maquinismo preciso.
Responsabilidad interpretativa de Natalia Millán, que me recuerda el
Cabaret de hace años con Asier Etxeandia. No parece haber pasado
15 años y su madurez interiorizada es potentísima y hermosa. Natalia Millán es
siempre un vendaval. Carlos Hipólito
parece más frágil y se proyecta de
dentro a fuera; Natalia Millán busca en los abismos del personaje. Para llorar necesita esconderse. La veo con
más placer en esos momentos de debilidad clandestina que en autoritarismo,
siempre con poso de ternura, de la maestra dominante. Resumiendo, perfecta en
ambos registros.
Lo comercial que arrastra masas
de espectadores no está reñido con la calidad y la belleza. Audaz la forma en que David
Serrano mueve el grupo de los mineros en huelga y su entusiasmo y
convencimiento en la victoria, su derrumbe ante la realidad cruel; parece el
coro de una tragedia de Eurípides.
Los muchachos y las muchachas son punto y
aparte. Mención especial para Beltrán Remiro. Su escena vestido de
mujer ante el perplejo Billy es modélica y desternillante. Loor a Remiro que
llegará lejos en esta dura profesión, tan lejos como Pau Jimeno, portentoso Billy. Y el beso de despedida de ambos, es para
una antología de la ternura. Y los despiste, l nostalgia de la abuela, Mamen García, también. Arrancó varis
ovaciones.
Argumento.-El
meollo de la cuestión es sacar a flote
lo que uno lleva dentro. Es la única libertad deseable. Un muchacho superdotado
para el ballet, del que tiran dos fuerzas, una positiva, la maestra, señorita Wilkinson
(Natalia Millán) y otra negativa, el
padre (Carlos Hipólito). Y un factor neutro y convincente con raza de buen actor: Alberto
Velasco en el papel de Braithwalte
ayudante musical en las clases de ballet. Hay también, en la huelga, un esquirol
generoso que ayuda a Billy con su dinero, contra la voluntad de los
huelguistas..
Billy
Elliot es un musical legendario con gran peso interpretativo en todos sus
personajes, singularmente los adultos. Respecto a los muchachos, a veces rozan
la genialidad y, a menudo se hacen dueños de la escena; una gra metáfora del
éxito y la belleza junto a los mineros en huelga. Rudos y reivindicativos, estos
me recordaban la vieja canción de combate “en el pozo Maria Luisa murieron cuatro mineros”,
belleza, grisú. Y el tútú leve sobre el
mono de trabajo. Memorable escena de los mineros, bailando con Hipólito a la cabeza.
No sé si Pau Gimeno (Billy) llegará a ser un buen cantante, pero me parece
un magnífico bailarín. Por cuestiones legales supongo de protección al menor y
horas de trabajo, o por la magnitud y dureza del trabajo actoral, hay un elenco
fijo y un grupo de substitutos que, es de suponer, están la misma altura.
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