El cuerpo como ideología
Amo a Modigliani lo que quiere decir que amo a todas las mujeres dignas
de ser pintadas o esculpidas por él. Es un tema sobre el que hace tiempo tenía
ganas de escribir: mujeres Modigliani y mujeres Rubens. Esto puede
convertirse en ocasiones, en un problema filosófico que rebasa cuestiones personales. Hay mujeres Rubens que
podrían ser el canon de Boticceli y mujeres Modigliani rechazables por
artificiosas. A veces creo que, en vez de
aceptación personal de un canon, se
trata de una cuestión litúrgica y sectaria. Es decir, ideologica
Hace unos
meses sufrí el linchamiento moral por parte de quienes niegan la Divina Proporción. Tras una dura crítica al numanticidio de Juan Carlos Pérez de la Fuente, me
encontré con una cuestión de sectas que negaban a Leonardo de Vinci en beneficio de la gordura o flaqueza, que
reconozco legítimas, de los cuerpos. Entre tríbadas y pansexuales lésbicos ha surgido un pensamiento “liberador” basado
en la desproporción armónica del cuerpo como elemento reivindicativo de la belleza,
de otra forma de belleza: la gordura suprema o la delgadez suprema.
De ahí que, de un tiempo a esta parte,
me guste elucubrar con Rubens y con Modigliani, lucubraciones sin ninguna
intención empírica está claro. Mi tendencia natural no es ni Rubens ni
Modigliani, sino un equlibrio entre los dos extremos de las curvas suntuosas y las aristas hirientes con tendencia a un
Rubens modificado por Modigliani y un Modigliani suavizado por Rubens. Y con
eso queda zanjado cualquier duda que pudiera haber sobre mi canon de belleza;
mi ideal de belleza no
es Marylin, como algunos puedan pensar, sino Audrey Hepburn, la divina, que
tenía la mirada bella, incluso en una
película en que hacía de ciega. Una mujer, en cierta medida, Modigliani.
Releo aquella crítica de Numancia y me
doy cuenta de que lo que yo trataba de demoler no era un montaje sino una ideología: el feísmo de los cuerpos como
categoría estética, aunque se tenga un rostro hermoso.
Modigliani es la estilización del movimiento,
la perfección del gesto. Si hubiera de afinar mi razonamiento iría a la
síntesis picassiana de las tres gracias que empiezan siendo Rubens y acaban
siendo Picasso. Conocí en Barcelona una amiga a la que habían humillado y puteado, en términos estrictos, especializada en provocar el gatillazo de un hombre enardecido. Venganza
suprema. Siempre me he fijado en el alma y la
inteligencia de las mujeres más que en su cuerpo, lo cual tampoco tendría por qué ser un delito.
Los cuellos, los rostros, la mirada de
las mujeres de Modigliani, esos desnudos lánguidos son más una filosofía que
una estética. Una forma de celebrar la vida, no de destruirla. Igual que las suntuosidades de Rubens.
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