domingo, 2 de abril de 2017

MUJERES MODIGLIANI y MUJERES RUBENS


El cuerpo como ideología

Amo a Modigliani lo que quiere decir que amo a todas las mujeres dignas de ser pintadas o esculpidas por él. Es un tema sobre el que hace tiempo tenía ganas de escribir: mujeres Modigliani y mujeres Rubens.   Esto puede convertirse en ocasiones, en un problema filosófico que rebasa  cuestiones personales. Hay mujeres Rubens que podrían ser el canon de Boticceli y mujeres Modigliani rechazables por artificiosas.  A veces creo que, en vez de  aceptación personal de un canon, se trata de una cuestión litúrgica y sectaria. Es decir, ideologica

 Hace unos  meses sufrí el linchamiento moral por parte de quienes niegan  la Divina Proporción. Tras una dura crítica  al numanticidio de Juan Carlos Pérez de la Fuente,  me encontré con una cuestión  de sectas   que negaban  a Leonardo de Vinci en beneficio de la gordura o flaqueza, que reconozco legítimas, de los cuerpos.  Entre tríbadas y pansexuales  lésbicos  ha surgido un pensamiento “liberador” basado en la desproporción armónica del cuerpo como elemento reivindicativo de la belleza, de otra forma de belleza: la gordura suprema o la  delgadez suprema.

De ahí que, de un tiempo a esta parte, me guste elucubrar con Rubens y con Modigliani, lucubraciones sin ninguna intención empírica está claro. Mi tendencia natural no es ni Rubens ni Modigliani, sino un equlibrio entre los dos extremos de las curvas suntuosas  y las aristas hirientes con tendencia a un Rubens modificado por Modigliani y un Modigliani suavizado por Rubens. Y con eso queda zanjado cualquier duda que pudiera haber sobre mi canon de belleza; mi ideal de belleza no es Marylin, como algunos puedan pensar, sino Audrey Hepburn, la divina, que tenía  la mirada bella, incluso en una película en que hacía de ciega. Una mujer, en cierta medida, Modigliani.

Releo aquella crítica de Numancia y me doy cuenta de que lo que yo trataba de demoler no era un montaje sino  una ideología: el feísmo de los cuerpos como categoría estética, aunque se tenga un rostro hermoso. 

 Modigliani es la estilización del movimiento, la perfección del gesto. Si hubiera de afinar mi razonamiento iría a la síntesis picassiana de las tres gracias que empiezan siendo Rubens y acaban siendo Picasso.  Conocí en Barcelona una amiga a la que habían humillado y puteado, en términos estrictos,  especializada en provocar el  gatillazo de un hombre enardecido. Venganza suprema. Siempre me he fijado en el alma y la inteligencia de las mujeres más que en su cuerpo, lo cual  tampoco tendría por qué ser un delito. 

Los cuellos, los rostros, la mirada de las mujeres de Modigliani, esos desnudos lánguidos son más una filosofía que una estética. Una forma de celebrar la vida, no de destruirla. Igual que las suntuosidades de Rubens. 

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