viernes, 2 de diciembre de 2016

AMORES SECRETOS DE SHEREZADE


SHEREZADE EN MADRID.
Pensaba dedicar este post a Borja Ortiz de Gondra, María Diaz y Sara Moraleda los más  fieles seguidores de mi diario, obsesionados por descubrir la identidad de mis personajes de fábula. Me sorprende que  no traten de indagar sobre mi amigo equis, el postrer amante de la Alfarera Prodigiosa, personaje turbio del  que ella escapó rumbo a la Polinesia. Tendrá su lugar en La novela de la Alfarera y un lugar no precisamente glorioso.

También pensaba dedicárselo a María Hervás, que pasa del asunto de las identidades y,  en especial a Truman Capote, que  me manda  una carta autógrafa llena de ternura y amor y afirma: “mi  Marylin, ya es desnudada  y sólo cuando ella quiere, con amor y poesía. Marylin empieza a ser inmortal”. En próximo post daré más detalles. Pero estoy seguro de que ni Marylin ni Truman van a tener oportunidad ni ganas de leer el post. Así que para qué voy  a dedicárselo. Y lo pongo a su disposición como vehículo de comunicación epistolar.

 María Hervás anda enredada ahora con los ensayos de los Gondra y no está para adivinanzas. La gran adivinanza de María Hervás en estos momentos es Ainara, Garbiñe y una monja bajo la férula de Josep María Mestres y armar el entramado de la obra con maravillosas actrices de mi devocionario: Cecilia Solaguren, Pepa Pedroche, Victoria Salvador y Sonsoles Benedicto. Al reparto masculino le tengo prometido un post entero para dentro de muy poco.

 En anteriores post he dado suficientes datos para que no se me pueda acusar de enmascarar y  velar la identidad de Sherezade. Léanlos y verán que he jugado limpio,  cosa que no hago siempre, pese a mi natural de noble castellano sin posesiones ni herencias. Sherezade no guarda ningún parentesco con mi adorada Alfarera a la que me temo he perdido para siempre  y solo me queda, para retenerla, el texto que les tengo prometido a mis lectores, La novela de la Alfarera. Está en marcha y les dí  una primicia hace pocos días. Vuelvan a pinchar mis spots y se enterarán. Lo más que puedo decir es que a Alfarera le he sido infiel con Sherezade.

Lo cierto es que, como ya he dicho, sé quién Sherezade, pero no lo confesaré ni bajo tortura porque en estos momentos Sherezade es ya un personaje mitológico de la cultura árabe y si la desmitificara hasta Ali Babá y sus 40 ladrones me declararían la guerra. Sherezade se quedó corta con los 40 ladrones. En esta democracia putrefacta yo puedo contabilizar 40.000 ladrones, desde el Emérito hasta cualquier funcionario municipal y espeso.

Sherezade ha estado en Madrid, efímera y fugaz; luminosa de rocío como ese rayo de luz que anuncia el alba, y la desesperación del sultán que apenas duerme ni de noche ni de día. Su venida a Madrid es un aviso de que no permitirá interferencias con la tríbadas que la aman. Ni con los jenízaros de la escolta. Son celos del sultán por que me consta, por una de mis enlaces del gineceo,  que ninguna doncella del reino o sultanato correrá el más mínimo peligro, que ese amor es purísimo.

 Me cuenta apenada que el rey ha mandado ejecutar al más apuesto de su escolta, un capitán de jenízaros, porque sospechaba que mientras él dormitaba bajo los efectos adormideros de las historias había holgado con Sherezade. No le pregunto a Sherezade si eso fue verdad o no, porque no me importa y no tengo derecho a inmiscuirme en su vida privada. Me describe, con tal precisión y tal pasión por la estética, del cuerpo del capitán, que no creo que eso pueda inventarse sin un conocimiento empírico. Claro que con igual precisión y belleza, con un sentido más poemático del cuerpo femenino, sus proporciones, la tersura de su piel, Shrezade me ha pintado la hermosura virginal de sus amigas las tríbadas. He tenido que pedirle, pese a la fascinación de su relato, que moderara su entusiasmo.

En algunos momentos tuve la impresión de que Shresade se describía a si misma, cosa que yo no haré por no poner en peligro su identidad en Madrid y porque jamás describo físicamente a mis heroinas. Prefiero describir su alma que es lo que más me gusta de mis mujeres, antes de conocer su cuerpo. Y el alma de mi amiga Sherezade es una abismo luminoso, la luminosidad del enigma, la luz negra que es las más bella de todas las luces, la esencia de la luz. Sigue igual de bella y con un algo en sus ojos tan indescifrable como hace un mes, como hace siempre.

 Mi amiga Sheresade tiene más bella la mirada que los ojos siempre con una sutil e indefinida tristeza. Yo siempre he creido que es la tristeza de la inteligencia que a todos los privilegiados inteligentes acaba por hacernos infelices. Es todo lo que puedo decir de su físico, me acomete en estos momentos una especie de alzheimer visual, óptico que me borra su rostro. Acabo de dejarla en Lavapiés, frente al Valle Inclán, a bordo de un helicóptero que la llevará a Barajas para subir a un avión privado de su Rey. Ya en Barajas, un mensaje: “Sé que nunca dejarás de amarme. Puedes serme tan infiel como lo pueda yo ser contigo. Pero no me seas desleal”.  

P/D. Muy personal

Guárdate de la cruz y de la medialuna; guárdate de la hoz sin el martillo y del martillo sin la hoz (Vallejo). Que tus tríbadas bellas te protejan y los apuestos jenízaros sean tu guardia; guárdate del que escribe, pero ámalo; guárdate de ti misma, pero ámate más que a nadie; engaña al Sultán, pero sin mentirle. Y guárdate de banquetes y fiestas de sociedad cuyo menú y listas  de invitados no hayas elegido  y seleccionado  tú.

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