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Conozco algunos rudimentos del arte de interpretar persa; un
arte sin dolor que, por fortuna, el
maldito Método no ha caído por allí. En principio pude sospechar que Sherezade podía ser la española Anita Delgado, malagueña que sedujo al Maraja de Kapurtala en la boda de Alfonso
XIII; pero la propia Majarani me
disuadió de esa idea descabellada. Y Valle
Inclán, por las alabanzas que le hago de la cultura y la inteligencia de
Sherezade, contesta ceceando, aunque no ceceba: “impozible, Anita Delgado era muy burra, tuve que redactarle la carta de amor al de Kapurtala, porque en cada palabra ponía varias faltas de ortografía, incluso en los
monosílabos”. Tampoco es, como me sugieren algunos, Madame Bovary ni la Dama de
las Camelias, porque una era cortesana de alto nivel y la otra se suicidó de amor y de
estupidez, cosa esta última improbable en Sherezade.
Ahora sé quién es Sherezade
a la que el Grupo Planetario Feminismo, Solidaridad y Belleza, le ha asignado ese
papel salvador de la vida de cientos de
muchachas persas destinadas al lecho del sultán y luego al alfanje del alba. Yo
mismo le ayudé a diseñar la amorosa estrategia de entretenimiento, y confieso
que se me desgarró el alma. Sherezade, mi amiga, se jugaba, se juega, la cabeza.
Tenía que contarme maravillosas
aventuras transoceánicas “que te llenarán el alma de júbilo como la mía está
llena de melancolía”. Antes de que se produjera ese gozoso encuentro que
colmaba todas mis desventuradas ilusiones, Sherezade estaba preparando las
maletas al pasado de Persia. Todo marcha bien, pero han surgido pequeños
contratiempos.
De entre el grupo de
doncellas salvadas del alfanje y la iracundia del sultán, dos o tres se han enamorado de
Sherezade. Peligran ellas y peligra
Sherezade, pero estoy seguro de que esta hallará la manera de aplacar al Rey. Siempre
halla solución para cada momento. Es una
maga. Y me ha prometido historias, solo para mí, que ni siquiera el rey
conocerá. Historias que sobrepasan en mucho las de las MIL y UNA Noches,
historias no para embaucar a un sultán hipnotizado y burlar la muerte, sino
para seguir fascinando a un amigo que
nunca pensó rebanarle la cabeza.
A seguidores y visitantes de mi blog diariodejaviervillan, podía
decirles que Sherezade soy yo, Zherezade
c,est moi, como decía Flaubert de Madame Bovary, Madame Bovary c,est moi. Pero no quiero decepcionarles; ellos
esperan algo mejor; esperan una mujer fuera de lo común. Para mí no está fuera
de lo común y la conozco bien. Su belleza, eso sí, rebasa la de todas las
doncellas que el Rey se proponia decapitar cada dia al alba, después de haber
yacido con ellas, como venganza de las
infidelidades de su esposa que le ponía cuernos a diario. Pudiera decir que es
poeta y que posee ciertos conocimientos de dramaturgia, pero sería inexacto.
Más que poeta, es una rapsoda: escribe versos, los declama y los regala. Pero
su poesía más auténtica la guarda para un desconocido amante que soy de los
pocos que tiene el privilegio de conocer.
Sherezade es un ser proteico, es decir capaz de muchas
transformaciones. Hasta 20 le conté una noche. Y en cada una siempre era la
misma y siempre otra. Era una
vulneración de todas las leyes de la naturaleza y la iluminación múltiple de una identidad singular;
estaba con una mujer y al alba tuve la sensación de haber estado con muchas y
cada una a su tiempoy por separado. Yo
creo que eso es lo que tiene fascinado al sultán, la pluralidad incluso
dentro de la misma noche; y la sutil
inteligencia de dejarle con la miel en los labios cuando llega el alba. El
sultán no duerme noche y tampoco de dia pensando en las historias escuchará.
No describiré
físicamente a Sherezade, sería un sacrilegio. Sepan solo que es bella, bella
hasta la desesperación. La ama el sultán y la aman el coro de doncellas que ha
salvado de su lecho y de su alfanje. Último mensaje que he recibo de ella: el
Rey está furioso y quiere matar a las dos doncellas que se han enamorado de mí. Alá le libre de
semejante desafuero; no te jode, si eso ocurre se acabaron mis cuentos y mis
dulzuras para él; a la mierda las Mil y Una Noches. Y que no me obligue a tener
que explicarle mi poética de barrio y arrabal, porque entonces se va a enterar
de lo que vale un peine. A mi corte de damas adorables no la toca ni dios.
Bastante hago con serle fiel pese a
los apuestos gastadores de su escolta que me ponen ojitos y alguno, así como al
desgaire, se ha atrevido a tocarme el culo.
Y ¿cómo es mi culo eh, Javier Villán? Si por pudor o por
desconocimiento no te atreves a decirlo, diré yo lo que me dijo Boticcelli un
dia que estaba un poco cachondo: “digno del arte de Miguel Ángel y de Fidias”.
En fin, querido amigo. Podría prescindir de mis más fogosos y
fieles amantes. Pero me moriría si un dia me faltara tu sonrisa, tan
irónica que parece cínica y de un tiempo a esta parte a punto siempre de
decirme adiós. ¿Has olvidado ya tu
canción partisana del cruel verano, Bella
Chiao, bella Chiao, Chiao?. No puedo con ella. Aquí nadie la sabe y no hay
peligro; sería la única causa, esa puta canción que me pone en vilo, por la que
permitiría al sultan que a una doncella la pasara por la piedra y por el alfanje. No, no me
creas. A mis amigas y damas de honor nadie las toca.
Nota a pie de página. Sé que me estás traicionando con Marilyn
como antes me traicionaste con una enigmática Alfarera Prodigiosa. Eres un inocente querido amigo; con Marilyn,
no me importa, la adoro, pero a ver si ella es capaz de entretener al Rey cada noche como yo. Mándamela y
hacemos la prueba. Lo que sería grotesco es que me la pegases con las
choricillas habituales del Café Gijón o
del Oliver, tias buenorras, pero impropias de tí. Te lo dice tu Sherezade, más
tuya que del sultán.