martes, 25 de octubre de 2016

DIFICILES RELACIONES CRÍTICA Y CREACION





Nota definitiva y última sobre la Alfarera Prodigiosa.
 Me conmueve y sorprende el interés que ha suscitado tan  vertiginoso personaje, muy superior al de mi amigo cuya identidad nadie se ha molestado en  indagar. Pasan de él. Asunto cerrado al menos en este blog. No insistan, queridos amigos. Vuelvan a la lectura de anteriores posts; ahí está todo explicado. O todo lo que he considerado oportuno explicar. La incógnita  sobre el futuro de la Alfarera, carece de sentido: el futuro  visto desde el presente, no existe.  No hay más cera que la que arde; aunque esta cera lleve el signo litúrgico de lo sagrado. La gente de teatro sabemos cómo son estas cosas, lasdel barro y la cerámica no sé.  En realidad la Alfarera podría estar retratada en este soneto, pero nunca le gustó. Decía que esta mujer no era ella. Pudiera ser. Los poetas tendemos siempre a deformar la realidad.

 
Contemplo tu belleza y me da miedo,

Fulgor fatal de asombro y desafío,

Grácil gacela herida por el frío

Rayo solar, lunar, divino y quedo.

Escucho tu silencio y me atormento.

Más me turba tu risa que tu mano

Más tu secreto  son, quieto y lejano,

Que la risa fugaz y su lamento.

 

Luz insurgente  dame los  latidos

No de tu corazón, sino del largo

Demorar de tu tacto y de tu beso;

Dame la dimensión de los sentidos

Que en tu conciencia deposito y cargo,

Leve  peso de un pálido suceso.

 

Celia Mayer y el teatro.

Me había olvidado ya de Celia Mayer y de mi curiosidad  por  si ha pisado ya o no  el patio de butacas de su teatro, El Español; no estuvo ni siquiera la noche en que vino a una función de su padre, Max Aub, la hija. Se trataba de simple cortesía, si Celia Mayer supiera quién es Max Aub. Me la ha recordado la noticia de su embarazo por el que la felicito. Algunos  creían  que mis críticas a la concejala de cultura,  iban en beneficio de Juan Carlos Pérez de la Fuente. La cosa pudiera ser cierta en principio. Pero a raíz del numanticidio de  Pérez, al que felicito por haberle ganado el pleito al Ayuntamiento, la cosa era menos personalista: su desdén por el teatro, la incultura básica de Mayer. Tras el numanticidio de Pérez, me olvidé de ella y ella de mí. Me centré en la cacería, verdaderamente infame,  que se desató contra mí tras  mi crítica negativa sobre el montaje y versión de la Numancia de Cervantes.

 Entonces escribí que hacer crítica de teatro se estaba convirtiendo en un ejercicio de alto riesgo, por lo cual dije a mis amigos de la farándula que acaso no fuera aconsejable seguir con mi amistad. Un director relativamente joven escribió que “esperaba merecer mi silencio y mi olvido”, recomendación  que he cumplido y cumpliré a rajatabla, con gran disgusto de mi amigo Luis Torres que es hombre de bien y de talante conciliador. Luis Torres está haciendo una magnífica labor al frente del Fernando Fernán Gómez.

 Las querellas entre críticos y creadores no son nada nuevo. Buero Vallejo escribió una obra, El caimán me parece, tratando de demostrar, con la analogía de un crítico de arte daltónico, que Haro Tecglen estaba incapacitado para ver teatro.  Sobre este periodista, Alberto Miralles escribió un panfleto  corrosivo  titulado No pasaremos por el aro. La gente de la farándula es gente de bien, gente frágil a la que  un inocente adjetivo   puede herir. Marsillach (Tan lejos, tan cerca) y Moliere pensaban   de otra forma, pero yo no estoy de acuerdo con ellos. Sobre Haro, Marsillach escribió: “antes le parecía bien todo lo que yo hacía; ahora todo le parece mal”.
Soneto canalla para vieja amiga.

Contaba en mi anterior post el casual encuentro en el Gijón con una amiga a la que no veía hace 40 años, hoy viuda honorable y adinerada, abuela cariñosa,  y antes meretriz   exquisita a la que yo daba rango de hetaira; decía que esto, lo de hetaira,  la dignificaba. Yo la creía porque era malísima actriz y no sabía mentir. Tan malísima que desistió del escenario casi antes de subirse a él. Lo peor era, me decía el otro dia, mientras sus nietos se tomaban unas cañas en la terraza del  Gijón, que esa vida me iba endureciendo el corazón. Cada cliente, por refinado y generoso que fuera, me volvía el corazón de piedra. Me recordó un viejo soneto que le hice  en aquellos tiempos y   me ha pedido que lo publique sin citar su nombre, claro. Este poema lo tengo incluido en Sonetos del amor canalla, que publicaré no sé cuándo. Dice así.

(A una mujer que cobraba por su cuerpo

y  tenía mala conciencia)

Tú no eres puta, tú eres una diosa

Que del mortal exige reverencia.

Tan sólo por mirarte, su existencia

Un dios  arriesgaría, procelosa.

 Por mirar tu sonrisa dolorosa,

Paguen sin dolo, tasa ni  clemencia.

Y  envenenen su cruel  concupiscencia

Con el peor veneno: el de  la rosa.

 

Paguen oro  por solo contemplarte.

Miren tu cuerpo y solo por mirarte

Acepten sin protesta  precio y trato,

Óbolo de pagarte a más de amarte;

Que por acariciarte y por besarte

Pena de muerte es precio muy barato.

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