Los once dedos de Marylin
Ha aparecido un libro sobre Marylin Monroe que se titula Marylin tenía once dedos en los pies. Me
da igual; como si quieren demostrar que
Marylin tenías tres tetas y dos cabezas; mejor. El libro, espectacular edición manuscrita
de Lumwerg, es un engaño y a Marylin le dedica unas pocas páginas. La
mayor parte son chismes y biografías sobre una cuantas estrellas de Hollywood; Marylin, una más entre
muchos. Y Marylin no era una más.
De todas formas, mi última imagen de Marylin
me la ha fijado Alfredo Amestoy en su obra, En el cielo no hay chanel. Marylin es una especie de Beatriz que
desciende a los infiernos para liberar a Che
Guevara. Juntos vuelven a la tierra a completar cada cual su obra que interrumpió
la muerte. Todo lo de Marylin me apasiona porque me da la dimensión humana de
una diosa: su lucha por la vida y por el arte,
su rabia, su rebeldía, su soledad esencial, su solidaridad. Cuando una gran productora le
firmó el primer gran contrato de su vida, le dijo a su mejor amiga; “se acabó
chupar pollas debajo de la mesa en los banquetes”. Eso, naturalmente, no lo
dice este libro de los once dedos.
Gracias a Marylin llegué a detestar a los hermanos Kennedy, más todavía de lo que les detestaba
por lo de Cuba. Llamada del presidente de EE UU a la diosa para un polvo de urgencia: “ve preparando el Martini y
bajándote las bragas”.
María Hervás. Poeta que baila con
huracanes.
Candidata dos veces al Premio Valle
Inclán; Jbara, de Confesiones a Alá y la amnésica de TeatroSolo. Raza de actriz selvática, sobre
todo en Jbara, pero lejos todavía de
lo que puede esperarse de ella. Viene a
este repóquer de damas no solo por actriz, que también, sino por poeta. El otro
dia comentaba yo, en una ficción sobre los viejos tiempos de Oliver, el poema Ítaca que la autora puso en mis manos. Al descubrir ese poema en
las redes saltó la sorpresa: una actriz
poeta. Sólo conozco ese poema, aunque debe de tener más. Ítaca no es un poema primerizo ni
producto de un revuelo emocional transitorio, aunque no sea un poema redondo. Quizá le sobra algún excurso narrativo de
fácil resolución. No sé dónde va llegar como poeta. Llegará donde quiera
llegar; en cualquier caso dependerá de ella.
María Hervás ha aprendido a “bailar
con huracanes el vals de las flores”. Esto es más inquietante que los once dedos de Marylin. Bailar con
huracanes “hasta vomitar lágrimas a compás” es una imagen turbadora y violenta.
Ahora solo le queda firmar otro poema bailando
con lobos. De lobos no habla en Ítaca,
pero se escucha su aullido. Falta por
dilucidar quiénes son más peligrosos como compañeros de baile. Hervás prefiere
confesar que ha “nacido más veces que la Venus de Boticcelli”, lo cual supone
haber muerto muchas veces; o sea, enigma sobre enigma. O revelación tras
revelación.
Cristina Cerezales Laforet, de pintora a novelista.
Acaba de publicar Ulises y Yacir, su quinta novela detrás
de Música blanca, El pozo del cielo. ...Una historia de
amistad, de integración cultural de dos adolescentes sin prejuicios. Yacir, la inocencia, la esperanza en patera; Ulises la inocencia que lo espera en un pueblo del Sur de la costa gaditana. La
magia de la amistad y la magia de la sensibilidad, característica esencial que
acompaña siempre a la narrativa de Cristina
Cerezales.
Era pintora, profesora de dibujo, y
de golpe un dia sorprendió a todos pásandose a la novela. Ya escribía y quizá
lo heroico fue perder el miedo a los
apellidos. Quedan sus cuadros, su grabados que algunos conservamos como
reliquias. Queda, quizá, el recuerdo de
aquella inicial pasión pictórica que a mí me permite compararla con Rafael Albert, cuando en su libro A la pintura este confiesa “el dolor enterrado de enterrar el dolor
de nacer un poeta por morirse un pintor”. Cristina Cerezales se ha revelado
como excelente narradora; pero no creo que se le haya olvidado pintar.
Infanta Cristina; Marnie protegida
por el fiscal
Federico Jiménez Losantos la llama Marnie, la ladrona,
copiando el título de una magnífica película de Hitchkock. Cito la procedencia no
por eludir responsabilidades que desde aquí asumo en todas sus consecuencias;
sino porque el copyright y la invención hay que respetarlos. La hermana del Rey Felipe VI, en el banquillo por amor; aunque protegida por quien debería acusarla, el
fiscal. Yo la creo culpable, pero soy tolerante con los delitos cometidos bajo
el sortilegio del amor.
Seguro que conocía los malos pasos y
las andanzas en el caso Noos de su
marido el Urdanga, un chulo alto y rubio. Su complicidad, sin la cual el atleta no hubiera podido perpetrar sus
latrocinios, parece evidente. Está pagando con deshonra y telediario su amor
loco con el cual robó de consuno o miró
para otro lado. Ya le cantan, como a Juana la Loca, que fue locura de amor. Acabará pagando, pues
ha perdido el favor del rey, su hermano. Y el de la Reina, su cuñada; favor
este que quizá nunca tuvo.
Y Lola. La faraona incandescente.
Legendaria Lola. Le
basta el nombre. Guardo en la memoria, refrescada por la magna biografía que de ella escribió
Ignacio
García Garzón, dos momentos claves de su vida. Cuando, harta de Manolo
Caracol, fue y le dijo te he puesto
los cuernos con el torero Manolo
González. Caracol le mentó sus
muertos, territorio sagrado para un
gitano. Y ahí acabaron calvario y
sufrimiento.
Otra, aquella
noche en que, cenando en un restaurante
de lujo con un empresario que la deseaba
con locura, decidió que su cuerpo era menos sagrado que el hambre de los suyos.
Y volvió a casa tarde; pero con 40.000
pesetas en el bolsillo.
¿Lola de España?. Mentira. La Faraona no cabía
en este país de cafres, puteros y
masturbadores. Carmen Ramirez, de
Planeta, me ha enviado un libro de Alberto Romero Ferrer, Lola Flores, cultura popular, memoria
sentimental e historia del espectáculo. Lo comentaré otro dia. De Lola aquí
en este repóker me interesan otras cosas que arrancan de su condición de gitana pobre, guapa y generosa del barrio jerezano de San Miguel.
Después y para siempre, ¡!Lola!!: la genialidad con bata de cola; y
algún ajuste de cuentas. Supongo.
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