lunes, 21 de marzo de 2016

MONGOLIA MUSICAL. NI TÍTERE CON CABEZA. Y A LO BESTIA.


Reflexiones colaterales sobre el musical
Los mongolios, Edu Galán y Dario Adanti no dejan títere con cabeza y un poco a lo bestia en el Musical;  naturalmente hay más títeres descabezados de derechas que de izquierdas. Lógico; en la vida y en la política también son más.  Váyase lo  uno por lo otro. Quien conozca Mongolia Revista puede hacerse fácilmente una idea. Además, yo no creo en la neutralidad ni el equilibrio de crítico. Tampoco creo que, en líneas generales, los lectores de Mongolia, la Revista, sean los mismos que los espectadores del Musical. La reacción de estos, salvando por supuesto  honrosas excepciones, es más primaria. Mongolia Revista no es que sea Cuadernos para el Diálogo, pero requiere una lectura, cierto raciocinio, cosa a la que no creo estén dispuestos todos los espectadores de el Musical. Pero  ver un teatro lleno siempre me llena de gozo. Y espero algún dia ver a Celia Mayer, concejal de Cultura del ayuntamiento de Madrid. Prueben los mongolos a invitarla a este Musical, a ver si se anima; Mayer tiene que convencerse de que el teatro no es tóxico.  La sala principal de los Luchana estaba a tope.

Rita la bella y el arzobispo compasivo
Entraba yo en  los prolegómenos procesionales  de  Semana Santa deprimido por la condena, prevista y previsible, de Rita Maestre.  Si después de que el Arzobispo de Madrid la absolviera y yo pidiera  “piedad para Rita”, no  ha sido exculpada, es que para los jueces, prevaricadores a menudo,  ya no quedan valores respetables en este país.  A  fin de cuentas  soy exseminarista, que no alcanza el grado  de arzobispo, pero es una jerarquía. Dice Edu Galán que a un arzobispo solo se le puede pedir perdón después de habérselo  follado. Puede que  esa fuera la intención de Rita, pero los arzobispos  se han vuelto un poco estrechos y no son como los curas de antaño, que siempre tenían una hermana o una sobrina para que les organizara  la casa; “la hermana el cura”, “la sobrina el cura”. Que allí había matute se veía enseguida, sin que mediara   incesto   impensable en los pueblos de Castilla, que era donde  desterraban a los curas risqueros sin nada  bajo la sotana. También afirma Edu Galán en un tuit que los obispos son menos remilgados  con los niños. En el Seminario yo era un muchacho feo, campesino y un poco tosco y bronco, no era un querubín. O sea que nunca  corrí peligro.

 Las dos Ritas y las varas de medir.
Lo que me parece un contradiós es que a una Rita, la Barberá, la aforen por delitos   de corrupción,  blanqueo de dineros, financiación ilegal, y que a otra Rita, la Maestre, la descomulguen  por hacer algarabía en sostén y tetas en una capilla católica. Moralmente,  las reivindicaciones un poco pueriles de la tropa de Rita sobre ovarios, rosarios y derecho a comerse la almeja, pueden tener cierto  sentido de agresividad anticlerical. Pero técnicamente yo creo que  es solo un sacrilegio, invasión escandalosa de un  lugar sagrado, que compete a la Iglesia tasar y valorar. Hay en Rita algún agravante ajeno a esta jurisdicción,  que sí pudiera ser de orden político y guerracivilista. Pero no creo que la bella Rita y sus amigas  lo planteasen  como una amenaza política, lo que sería una declaración estúpida de culpabilidad extemporánea: “ardereis como en el 36”. Luego, viene  Rita y se queja de que la quieran socarrar  como a una bruja. Lo del 36  creo que ha sido un lapsus lingüae. Y que la Iglesia,  ha estado sabia  y ecuménica y taimada,  si no de qué   2000 años.

 De momento, se ha conjurado el peligro más temido por mí. Que condenaran  a cárcel a la bella Rita Maestre y la metieran en la misma celda que a Rita Barberá. De esta Rita me dicen los amigos de Valencia que tenga piedad, que yo era su crítico favorito de toros y que un dia en la Fira de Juliol, me invitó a un vino en la Taberna Alcázar. En el Musical la fríen a tartazos como en las películas del cine mudo; en la cara de Edu Galán, que conste. El Musical de los teatros Luchana ha sido como un raro rito, un poco bestia, para iniciar mi tiempo penitencial y depurativo de la Semana Santa, que a mí me chifla. No es una cuestión de fé, sino de estética. Me flipan los imagineros. Incluso Salzillo,  el de Murcia. Volveré a verlo, a pesar de que en  Murcia alguna gente de teatro ha  empezado a llamarme gilipollas y cosas peores.

El Musical. Y una inyección de refuerzo para seguir repudiando a los zangolotinos mamporreros de una profesión apasionante, el periodismo. Respecto a los periodistas que el  Musical somete a escarnio,  creo que se han quedado cortos. Yo ampliaría la nómina. Y trataría de vincular la corrupción como sistema de gobierno a la corrupción como sistema de periodismo. Ahora todo el mundo tira de la manta; pero durante algún tiempo sólo el Mundo de Pedro Jota bajó a las cloacas del Estado, esas en las que a Felipe González  le gustaba chapotear  para organizar la guerra sucia contra Eta. Y llevando de palmeros a las estrellas de El Pais. Este miraba para otro lado y era tan impostor entonces  como ahora, maldecido por los popes y las popas que antes tenían patente de corso y hoy lloran el poder perdido.  A la mierda.

Mis procesiones
 Me pasaré la Semana Santa corrigiendo pruebas de Nuevos sonetos de la Impostura,  si mi editor Ramón Akal me deja   convencerle de que  Podemos y su disparatado canibalismo político, también son unos impostores aunque menos, lo concedo. El tiempo que me quede lo pasaré viendo procesiones, por las que flipo,  no por cuestión de fé y religión, sino por cuestión de santería y por la   imaginería de algunos tallistas  como Gregorio Fernández.

Estoy en desacuerdo con Edu González cuando en el Musical abomina de la Semana Santa sevillana.  Durante muchos años mi idea de la felicidad eran las procesiones de El Cachorro, La Soledad; y la Maestranza,  con la idea siempre de ver salir a un torero por la Puerta del Príncipe, la Capilla Sixtina del toreo. Luego, para rematar, juergas flamencas  por Triana, el barrio republicano  que Queipo de Llano, el general borrachuzo, quería reducir a escombros en el 36.

En definitiva,  procesiones  en las que   a las vírgenes las llaman guapas   y otros filigranas del racial piropo celtibérico, tienen su aquel. Un año, estando un poco calamocano que diría don Latino, me atreví a llamarla “tia buena” a la Macarena y algunos sevillanos, tan calamocanos como yo, me declararon cofrade de honor.
 
Naturaleza gastronómica del coño
Puestos a prohibir, prohibamos la procesión del Coño Insumiso que es una horterada. Primero, porque  los coños, por su propia naturaleza, han de ser  siempre insumisos y libérrimos;  y segundo, y en especial,  porque el coño no es de naturaleza visual y óptica, sino gastronómica.

Y a ver si me centro y empiezo a hacer la crítica del Musical que, es lo que me compete. La próxima función del Musical cae en Jueves Santo y algunos amigos   me preguntan si les merece la pena.  Mi respuesta es que el teatro es  lugar sagrado y que siempre merece la pena ir; o sea, que vayan y que  allá ellos y  a quien Dios se la dé Mongolia se la bendiga. Entrar en una sala de teatro es un acto revolucionario, y más  teniendo en cuenta que Celia Mayer no ha pisado todavía su teatro, el Español de la Plaza Santa Ana; y desde que Pablo Iglesias, en un momento de euforia, dijera que el teatro es una mariconada. Piscator, Maiakowski, Meyerhold, Brecht, Valle Inclán, Arrabal a la mierda, todos maricones. Se empieza así y se acaba por montar una tragedia tipo  Macbeth con Errejón,  Echenique, Tania Sánchez, Pasqual, Teresa Rodríguez; y por destituir a Pérez de la Fuente que se atreve a poner a Alfonso Sastre y a Max Aub, dos grandes del teatro español del siglo XX, dos malditos siempre en el punto de mira del sistema; el de Franco y el de la democracia putrefacta.

Lo bueno, lo malo y lo regular del Musical.
Voy a entrar de una puñetera vez en el Musical, que es de lo que se trata, pero antes quiero fijar mis posiciones; a) soy antimonárquico  y los Borbones me parecen una anomalía histórica producto de sucesivas  disfunciones eréctiles. b) me declaro gramsciano, o sea “frente al pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad”.

 Dicho esto, a ver cómo me las arreglo yo para decirles a Edu Galán y a Darío Adanti que no me gusta esta segunda edición del primer musical,  que sí me gustó. Primero porque me parece políticamente ineficaz y estéticamente prescindible sin entrar en un análisis de sus estructuras dramáticas; circunstancias que, seguramente, se la sudan al público al que el Musical va dirigido. Segundo, que la escatología como  lenguaje de transmisión de pensamiento no es convincente; que llamar cacahuete disecado a Teresa de Calcuta o mandar a Felipe VI y a toda su parentela, a mamarla y a tomar por el culo,  -coreados por un público  preocupado de reponer intendencia en el bar de al lado-  es   como el caca,  culo,  pis de los niños. Es en este sentido,  en el que echo de menos la  inteligente y vitriólica crítica del anterior musical. También echo de menos,  más beligerancia contra los putos moros de la yihad y el puto  ISIS, verdadero puto fascismo de estos días.

Y como no todo han de ser pegas, me parece formidable la historieta de Franco y su técnica del golpe de Estado, su técnica de la supervivencia histórica, su técnica de fascismo y su técnica de fusilamientos. Sigue siendo muy buena  la forma de matar a un gallego y la puerta giratoria. Ahí, el pelotudo  Dario Adanti  que es mejor showman, pero no mejor actor que Edu Galán, es imparable e implacable como una apisonadora.

Bueno; aquí paz y después gloria. La paz, no lo sé. Y la gloria me la suda.

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