viernes, 29 de enero de 2016

CONCHA DEL APUNTADOR.VII) CARTA DE MAX AUB A CELIA MAYER

Conmoción en la sala Margarita Xirgu.
Muchos esperábamos la aparición en carne mortal de Celia Mayer en la sala Margarita Xirgu, aunque solo fuera como gesto de cortesía para Helena Aub, una bellísima mujer octogenaria, hija de Max. Pero Celia Mayer, concejala de Cultura del Ayto de Madrid no apareció. Era la oportunidad para remediar su contumaz ausencia de los teatros, su  desdén  por el teatro. Y si una persona desdeña el teatro,  qué alternativa puede dar a la cabeza de Pérez de la Fuente, que con tanta saña persigue, por encima incluso de  una difusa e inconclusa Manuela Carmena.  Si Celia Mayer nos presenta una alternativa razonable de mayor libertad escénica, juro que seré el primero en celebrarlo. Y me comprometo a que el propio Max, via Ignacio García, le envie un telegrama de adhesión. Mientras la sala en pleno aplaudía a Helena Aub, hija de Max Aub el español indomable y siempre transterrado,  a Pérez de la Fuente se le ocurrió decir que habían tenido que pasar 40 años de democracia para que coincidieran en el Español, Margarita Xirgu y Max. Yo creo que se quedó corto; han tenido que pasar 40 años de democracia putrefacta,35 años de franquismo inclemente y tres de brutal guerra incivil para que esa conjunción de astros se materializase.

Las controversias, las cábalas sobre el destino que le aguarda a Pérez de la Fuente como director el primer teatro de España, perdieron consistencia y protagonismo  cuando  la figura goyesca, inmensa  y trágica de Carmen Conesa empezó a decir y maldecir el terror del III Reich y el terror de la guerra de España. Crueldad de la palabra, crueldad de una puesta en escena tenebrista sobre un paisaje doméstico de batalla perdida.

Ignacio García anda enredado con la España Peregrina, Max Aub, León Felipe, Bergamín, un gozoso peregrinaje  tan distinto del que empezó en el 39 del pasado siglo, llevándola por el ancho mundo. Perez de la Fuente le ha dado cobijo en el Español.

Y la diatriba de una gran actriz entre varios fuegos asesinos. Memorable noche. Pero eché de menos a Celia Mayer. Y a Zapata ese raro personaje, para que comprobase que el exterminio de judios, y no judíos, no puede reducirse a un chiste zafio. Y a Pablo Iglesias  para que se convenza de que el teatro no es una mariconada, aunque en ejercicio de la propia libertad sexual, en el teatro haya mucho maricón y mucha maricona. Incluso eché de menos a Manola Carmena. Si hoy Carmena fuera la que algunos conocimos en los años 70,  habría estado allí. Para dar un abrazo a la hija de Max Aub, en la plenitud de una belleza combativa de casi 90 años.

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