Puente de la Almudena; reposo
He dedicado el puente de la Almudena al reposo y a la lectura. Y como excepción a ver El Rey, en Teatro de Barrio antes Sala Triángulo. El Borbón, hoy Rey Emérito, un personaje shakesperiano tratado con piedad por Alberto San Juan. Cualquier diatriba de Jiménez Losantos contra El Campechano es más incendiaria. Y alguno de mis Sonetos de la nueva impostura también.
Concluyo y cierro este libro con este dedicado a Irene Lozano, megafichaje perpetrado por Pedro Sánchez.
Contumaz impostora vil ramera
Política, se entiende; devastadora
Zorra de gallinero y plumas, que ora
Rompe un partido y ora lo atrinchera.
Entre impostoras, siempre la primera.
Es lo que siempre fue, la tejedora
De enredos cortesanos, lidiadora,
De Pedro Sánchez, vergel y paramera.
Los sociatas protestan contra el capo,
Pero admiten el súbito flechazo,
Político, y engullen mierda y sapo;
Unos ponen la firma, otros el cazo;
Ahora te encubro y ahora te destapo
¡Viva la ley suprema del dedazo!.
Otra excepción a mi enclaustramiento ha sido ver Al
Galope, en la Sala Margarita Xirgu; por nada del mundo me perdería una interpretación de Carme Elias, actriz suprema. Sobre ambas cosas me explicaré in extenso. Esto es solo una crónica de
sociedad, circunstancia a la que se
presta la vida del Rey, clave de bóveda del sistema de la Transición; y la vida de Diana Vreeland, diosa de la revista Vogue, desahuciada. También el Borbón está siendo desahuciado por
la historia y aún lo será más. Hay mucha tela que cortar. Tema y argumento
aparte, ambas piezas tienen en común una colosal interpretación; Willy
Toledo, Jesús Barroso, Alberto San Juan en plenitud de comediantes. El Rey es una tragedia de Shakespeare, Al Galope es alta comedia refinada con algún toque de vodevil.
Lleno hasta la bandera en la
Triángulo, público maduro más que público joven al que Juan Carlos I debe de parecerle algo tan distante como Felipe II. Peligro de la desideologización. Más de media
entrada en Al galope; gente chic como
la protagonista, y menos chic. Disculpen la infiltración del lenguaje taurino.
Tras 25 años haciendo crítica de toros, aún no me he vacunado del virus contra
el que se previene Podemos, habiendo tantas enfermedades políticas que
combatir. Bobadas y allá ellos: los toros no necesitan de Podemos, sino de una
regeneración interna del sistema; pero este -figuras, empresarios, ganaderos-
tampoco está por la labor.
Lecturas
Vuelta a un libro clave de teatro,
cuya tercera o cuarta edición de la Ade, me envía Juan Antonio Hormigón, Interpretar
sin dolor. Una refutación del Método de Strasberg. También me envía un texto de uno de los grandes autores españoles
invisibles, Jerónimo López Mozo: José Barbacana, una radiografía de la
crisis. La corrupción de fondo; y la burbuja inmobiliaria, los indignados, los
desahucios. El gran López Mozos del compromiso de siempre. Teatro e hoy y para
hoy.
Tenía una deuda pendiente con Rafael Lorente, difunto, y con su
compañera Cristina Maristany, condesa
de Lavern y revolucionaria: leer Fuimos, libro de Cristina en el cual se unen poemas de los dos: poemas de amor y de
revolución. Rafael era escritor, poeta, diplomático, revolucionario y soñador.
Unir diplomacia y revolución en tiempos de Franco era ardua tarea. Pero, siendo
cónsul en París, Rafael intentó establecer la República Independiente Española
en Fernando Poo; lo cuenta Juan
Goitysolo en uno de sus libros. Sólo consiguió que lo echaran de la carrera
diplomática.
Otra deuda pendiente era Zarazas, coplas flamencas reunidas, de Alvaro Tato, de la compañía Ron Lalá.
Álvaro Tato es poeta, escritor y aficionado al flamenco, pero es sobre todo un
gran cómico. Zarazas es un cantaor marginal, fuera del circuito y del sistema,
con toda la pena, la rabia y el humor corrosivo de una estirpe maldita y
perseguida. Por esta forma de cantar, a su padre lo llamaban Zarazas, que es
“un mejunje de vidrio machacado con veneno que se usa para matar perros y ratas
y lo que sea”.
Así es el cante de esta familia,
tierno por fuera y “mortal de necesidad” por dentro. Y “a muerte” con el
compás, ese misterio indescifrado del cante que le negaban a Manolo Caracol sus detractores. Para ambientarme, mientras Ana enfría una botella de manzanilla y
prepara pescao frito -espinas de lenguado- pongo unos discos, los viejos vinilos, de Terremoto de Jerez, el cantaor al que
más he admirado. Pronto bajaré por el rincón a unos asuntos con Rafael de Paula. Como hacía antes, buscaré la tumba de Fernando para ponerle claveles y susurrarle un cante. Me decía en
el Pescaito Frito del Barrio de la Concepción: “Poeta, tienes conosimiento,
pero no tienes poé”. Fin del puente; espero que ninguno de mis amigos figure en
la inevitable lista de accidentados.
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