Mi sueño teatral con Tim Robins
Ecos de Almagro, desde Mérida y camino del Festival de
Almada. Para el público del común, entre el que me incluyo, Tim
Robins basa su fama en la interpretación cinematográfica. Sobre todo en dos
personajes: el preso de Pena de muerte y
el atormentado de Mystic River, niño violado y adulto culpable
aparente, acuchillado por su mejor amigo, que encarna el siempre inquietante
Sean Pen. Ahora se trata no de sus méritos en cine, sino de su labor como
director en de El sueño de una noche, sorprendente
y en cierta medida decepcionante. En el aspecto negativo, la casi desaparición
de Puck, personaje sin cuyo concurso la trama se debilita; lo más positivo y original, la conversión del
bosque de los prodigios en personaje. El bosque no es un hábitat, un marco
donde ocurren cosas, sino un personaje que influye en el desarrollo de esas
cosas. Estas cosas son los amores y
desamores de Hermia, Helena, Lisardo y
Demetrio; las querellas de Titania,
reina de las hadas y Oberón. La
representación de los artesanos en palacio, solucionados todos los conflictos,
lo mejor de la obra. Una vieja obsesión o sueño muy personal: ver a Tim Robins en
escena para calibrarlo definitivamente como actor.
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