sábado, 23 de mayo de 2015

JORNADA DE REFLEXIÓN; RETRATOS ELECTORALES DE MENDIGOS




A ras de calle y de miseria.
Hoy es jornada de reflexión. Y yo tomo las cosas al pie de la letra y reflexiono en voz alta desde este modesto blog que muchos han dado en llamar ya Un Voz sin Amo.
Lo primero sobre lo que tienen que reflexionar los políticos es en interiorizar la amplitud del desastre  a que han llevado a  España, llamado no sin razón y causa las Españas. Lo segundo es qué van a hacer para sacarnos del atolladero. El periodo de discursos ha concluido. Y, con más o menos fundamento, casi todos han quedado con el culo al aire; a quien no se le descubre un chanchullo, se le airea una declaración de renta; y si alguien está puro y sin mancilla se huronea en las cuentas de amigos   y familiares. En esto son maestros los políticos candidatos: en airear sus trapos sucios y hediondos. Can-di-da-to: vestimenta blanca, inmaculada de los aspirantes. Parece un sarcasmo. ¿O no?.
Los mendigos también reflexionan.
En mi zona, entre la plaza de Castilla  y la estación de Chmartín, hay varios mendigos, o méndigos en la jerga popular. Es un barrio de profesionales cualificados, clase media, en líneas generales sólidamente instalada, conservadora; salvo leves  excepciones, no les molestan los méndigos. Verían mal que, para adecentar el paisaje, el nuevo edil o edila hiciese una redada de esas que llaman higiénicas. Los méndigos de mi calle son gente de distintas nacionalidades, papeles y fechorías. Y puede que alguno sin nacionalidad, sin papeles y sin fechorías. Tienen algo en común: estas elecciones se la sudan, no  van a solucionarles sus problemas. Se saben los nombres, de los candidatos, más o menos, pero no me dicen a quién van a votar y ni siquiera si van a votar.
El primero, a mano izquierda según salgo de mi portal, frente a un supermercado, es un nigeriano alto y delgado como aquellos negros que salían en Las minas del Rey Salomón. Se llama Denis lleva muchos años en España y vende La Farola cuando la Farola ya no existe;  lleva un número atrasado que nadie compra. Sonríe siempre, nunca pide y cuando ve a una señora cargada de mercancías le echa una mano  y se las lleva hasta el ascensor. Suelen remunerarlo bien.
Hay uno que ya es de la familia: Bruno. Es lo más parecido a un clochard. Vive y “trabaja” por aquí hace muchos años; a la mendicidad la llama “el trabajo”. Tampoco necesita poner la mano, la gente le da dinero, ropa, comida, cosas. Y Bruno mantiene la acera limpia y barrida. Cuando la huelga de basuras,  organizó a los suyos, mantuvo la calle en orden y los piquetes no se acercaban por aquí. Uno del grupo, del que decían que venía de Ocaña, lo llamaba esquirol. “Ya ve usted, me dijo un dia el de Ocaña o de donde fuera, por robar una barra y un barra de mortadela; a la trena”. Bruno  agradece hasta los  buenos días  con una sonrisa blanca entre el bosque negro de sus barbas y su mugre.
Bruno es muy solidario, todo lo comparte y esto, a veces, le perjudica; a su banco llegan amigos de todos los puntos de Madrid y en ocasiones  meten bulla que molesta al vecindario; pero se aplacan pronto. Cerca está Agustín, una escisión del grupo de Bruno, que limosnea por su cuenta. Saca poco y cuando las cosas aprietan se aproxima al grupo del que se escindió. También entre el lumpen hay separatismos; una difusa  lucha de clases.
A unos cien metros,  está una rumana joven  a la que le falta una pierna y esconde la otra en amplísimos pantalones mugrientos para dar más lástima . Tiene malas pulgas y se cabrea si alguno no le da, que son casi todos. Está sentada en el duro y frío suelo, muy cerca del kiosko,  y yo suelo guardarle las vueltas de los periódicos de fin de semana. Sólo dice “oye” y “gracias”, salvo si la limosna llega al euro, que entonces dice “oye, oye hermano, gracias hermano”.
 Más alejados hay otros rumanos, mirados siempre con recelo pues la gente dice que es una mafia. Esos no son de mi jurisdicción. Todos, los fijos y los transeúntes, tienen un horario estricto; a las tres de la tarde la calle queda limpia de pordioseros. Menos Bruno  que suele estar a tiempo completo. 

Como estamos en jornada de reflexión no digo más. Los lectores de  este blog, Una Voz sin Amo, habrán podido comprobar mi escrupulosa neutralidad. Incluso si digo que a lo mejor no voto, eso no es campaña sino el reconocimiento de que nadie me convence; menos los alcaldes de mis dos pueblos, Torre de los Molinos (Palencia) y Colmenar Viejo (Madrid).

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