lunes, 20 de abril de 2015

TEATRO DE LA GUERRA DEL 36.MAX AUB EN EL LABERINTO

Dignidad


Dignidad es una palabra en desuso, mejor dicho es una práctica en desuso, pues de palabras vacías está llena la vida política y la vida en general. Ha tenido que venir una obra de teatro, siempre el teatro, para remover las conciencias y mostrarnos que vivimos en el reino de la indignidad: España. El teatro o es agitación o no es nada; o es muy poco. Dos amigos, uno la estrella rutilante de un partido  enfilado al poder; el otro, su sostén político, su amigo de siempre; uno hace política de despacho y demagogia inocente, o sea honrada;  el otro hace  política de cloacas. El líder, abrumado, abandona la carrera. Mas  no llegará  a la cita con el periodista caníbal dispuesto a “publicar todo lo que le echen con tal de vender más ejemplares”. Unos sicarios se lo quitan de en medio sin contemplaciones. El amigo fontanero, el de las cloacas, hereda su discurso de regeneración política y su puesto. Y todo seguirá igual.
 Ignasi Vidal ha escrito un texto implacable, con una tensión dramática irreprochable,  rotundamente interpretado por él mismo y por Daniel Muriel. No sé qué tiempo le queda a  Dignidad en la cartelera de los Teatros del Canal. Pero una obra así  debiera ser eterna, al menos mientras dure esta democracia putrefacta en la que creo mucho menos que Ignasi Vidal. En un ejercicio de erudición histórica el autor trae a colación lo que entre los senadores romanos significa la Dignitas y qué ocurría cuando esta se perdía: la cicuta y abrirse las venas. Había vergüenza. Y dignidad. Pero está visto que en la actualidad, o acaso siempre, esos  son sentimientos de   pobres. ¿Tienen vergüenza los Ratos, los Bárcenas, los Orioles, los Rajoys, las Cospedales, Griñanes, Chavez  y tantos otros?. Ni lo sospechen.
Mas Aub y El Laberinto Mágico.

Llevar a escena este colosal corpus narrativo de Max Aub se antoja empresa poco menos que imposible. Salvo que quede en manos de Ernesto Caballero y José Ramón Fernández. Caballero, director del Cdn, puso en marcha marcha hace tiempo el Laboratorio Rivas Cherif, taller de investigación teatral. José Ramón Fernández es el autor español de más sólida encarnadura  maxaubiana. El laberinto mágico es la epopeya de la incivil guerra del 36; un friso monumental de muertos, de vivos, de fantasmas muy reales y de realidades inaprensibles al que una veintena de intérpretes dan cuerpo táctil y comprobable.  Los autores lo consideran aún en proceso de elaboración  escénica. En una semana de exhibición en el Valle Inclán,  con un público de carácter consultivo, Ernesto Caballero y José Ramón Fernández han ido pulsando opiniones, explorando  conjeturas, descubriendo o restringiendo posibilidades. A mí me parece que El laberinto mágico está ya encauzado,  salvo los inevitables y necesarios reajustes de rodaje y perfeccionamiento; una obra de teatro es siempre territorio abierto.   A este mágico y feroz laberinto le falta nada, o muy poco, para su definitiva confrontación con el público generalista.

1 comentario:

  1. No sólo suscribo todo, sino que, además, me parece magistral... claro, de un maestro. Gracias.

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