Las cosas son las cosas, los hechos y la palabra que las nombra. Con esta
filosofía, la tarde de hoy en Fallas tiene un nombre especial que la nombra y
designa. La tarde se llama Soro. Y al decir Soro estamos nombrando no solo un
apodo, sino una épica, una historia de héroes y semidioses. Y una conciencia
del dolor, de la lucha contra el dolor y el olvido. El dolor aniquila, el dolor
es el gran fracaso de hombre. O mejor dicho, es el gran fracaso de Dios, creador
del hombre, si ese dios existiera que para muchos sí que existe. Para el mismo
Soro, sin ir más lejos, traseúnte de quirófanos, carne de bisturíes: rodilla
herida.
Hay una tarde
fatídica, la tarde de Pozoblano hace tantísimos años, de la que solo el Soro
sobrevive; Paquirri murió aquella misma tarde, Yiyo murió año después en
Colmenar Viejo. El Soro está ahí, trágico, solitario y otra vez vestido de
luces, aclamado por el sorismo antiguo, venerado por el sorismo de nuevo cuño que acaba de descubrir al viejo
héroe urbanita de la huerta.
Hay otros efectos colaterales
de aquella tarde maldita. Tomás Redondo,
apoderado de Yiyo, se suicidó; y a uno de los ganaderos del hierro que mató a
Paquirri, Bandrés, lo mataron a tiros en
Algeciras por no sé qué ajuste mafioso de cuentas. O sea que, si existe Dios y parece
que Soro tiene argumentos sólidos para afirmarlo, existe también su correlato:
el diablo. Y si existe el cielo donde todos se imaginan a sus seres queridos,
también existe el infierno, antídotos recíprocos de sus respectivas maldades.
El Soro embraveció los tendidos de la calle Xátiva con un
carisma olvidado en las plazas de toros; el Soro ha embarnecido pero sigue
teniendo aire y cara de torero: el sorismo cobra hoy más sentido que antaño, cuando era
joven, atleta y banderillero de tormenta y tornado. Embarnecido y torpe, es una
muralla contra lo imposible y contra los
toros. Demostró más fortaleza y más casta y movilidad que todos los juampedros juntos.
A partir de hoy es
cuando el sorismo adquiere verdadera naturaleza de fenómeno esencial. Envejecido, al menos en
unos veinte años, se ha puesto en pie frente a la adversidad, desafiando a un
destino que lo tiene marcado. Ha pasado de ser un movimiento taurino de masas,
a un movimiento ecuménico y espiritual.
Lo mejor de la tarde, lo único que en verdad importaba, -aparte celebrar los 25
años de alternativa de Ponce, las lágrimas de Soro; su rabia de torero macho; y
el ritmo lento de unas banderillas. Y sus puños cerrados como mazas de guerrero invencible.
Pero los héroes también tienen sus riesgos y los dioses son vengativos. Al
entrar a matar le falló el tino o la pierna biónica y quedó en el suelo al
albur de una cornada.
La tragedia habría
consagrado el mito. Pero hubiese truncado sus intenciones más prosaicas y
cotidianas. Soro es un romántico, pero ha vuelto para quedarse, porque necesita
contratos. Y ese es el gran enigma: que será de este hombre cuando le echen
toros inamistosos, cuando los empresarios y los públicos le exijan más de lo que puede dar. No todas las tardes
son tardes de celebraciones. ¡Va por usted!. Y que Dios reparta suerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario