Corridas falleras (I)
Toros de rigodón y terciopelo.
Parecido al mio debe de tener el cuerpo Jesús Duque, tras la paliza que le pegó el toro; o sea hecho unos zorros. Me fui el pasado fin de semana con toda la flamenquería a Salamanca, la cuna del saber, para poner en el Liceo Los toros a Escena: arte y ensayo, palabra. Toros, poesía flamenco: gozo y patrimonio de la humanidad. Eso deben ser, o debían ser, los toros. Entre una cosas y otras, después de la fiesta, me descubrieron el pasado jueves una cornada envainada que me retiró de la circulación.
Hoy tenía que estar en Zamora hablando de León Felipe y de paso de Claudio Rodriguez, pero me han prescrito reposo absoluto por agotamiento muscular. Sorry, Berrendita; pero más sorry las miserias de mi cuerpo condenado a la inmovilidad durante al menos tres dias más. Me he tumbado ante el aparato de televisión, para ver los Fuenteymbro que eran la niña de los ojos de todos los toreros y hoy las figuras no quieren verlos ni en pintura. Pobrecitos estos jandilla proletarios frente a la nobleza terrateniente de los jandilla genuinos. Don Ricardo Gallardo es hombe de orden que amasó una fortunita en el filo de la aduanas, dicen las lenguas viperinas; y que como representante del orden, al calor de los jandillas, de Domecq ha creado una ganadería, con sello propio. Pero Borja Domecq es Borja Domeqc y don Ricardo Gallardo tiene aire de picoleto sin tricornio. En el campo andaluz están muy delimitadas las clases.
Si los tres aspirantes a figura, Juan Bautista ya lo fue, buscan toros más suaves y cómodos que los de ayer en Valencia, tendrán que ojear por otro lado; mejores jandillas, imposibles. Don Ricardo debe de andar preguntándose por qué a sus toros las figuras los han arrojado a las tinieblas exteriores. Jimenez Fortes es un torero de trazo fuerte y hondo, pero siempre da la sensación de que un toro puede romperlo por la , mitad .Y Juan Bautista es un toreo francés y versallesco, somo dispuesto a bailar siempre un rigodón con el toro. Y Luis Duque no sé.
El gran ojo vigilante.
Esta breve entradilla o actualización en torno a doña Esperanza Aguirre y el gran ojo policial que se atrevió a denunciar hace unos pocos años, nada tiene que ver con los toros y el teatro; con el flamenco y Los toros a Escena que figuran aquí abajo. Andaba yo emperrado en convencer a algunos directores y empresarios de la Metrópoli de que pusieran en escena Los hombres y sus sombras, obra que me parece capital en la dramaturgia de Alfonso Sastre y que no verán mis ojos en un escenario. En síntesis viene a ser la dramatización de un estado policial, de un gran ojo que todo lo ve, un ordenador gigante que nos tiene a todos fichados. Y vino doña Espe y soltó aquello de que en España todos estamos controlados y seguidos por una gran máquina y que del espionaje policial no se salva ni Dios. Aproveché la oportunidad para escribir en El Mundo que, en la cuestión del Estado Policial, coincidían doña Espe y el exiliado de Hondarribia. Se armó el cirio y creo que los únicos que se tomaron a coña la identidad política que yo les atribuía fueron los personajes protagonistas.
Doña Espe no es la caja de las sorpresas, es la caja de los truenos. Yo hace tiempo que le perdí la afición a las urnas de esta democracia pútrida y putrefacta; pero si fuera del PP, que no lo soy, votaría a Esperanza Aguirre. De momento, ya ha dicho que si Podemos le propone plantar miles y miles de árboles en beneficio del medio ambiente, pactará con ellos. Y ahora sigamos con los toros y el flamenco, a los que doña Espe es muy aficionada más, creo yo, por españolaza que por taurina. Volvamos pues a Salamanca.
La hermosa fusión de toros y flamenco.
Francisco Umbral comienza su mejor novela, El César Visionario, de la siguiente
manera: “en un Burgos salmantino de tedio y plateresco; en una Salamanca
burgalesa de plata fría, Francisco
Franco Bahamonde merienda chocolate con soconusco” etc, etc, etc. A Umbral no le gustaban los toros o eso decía, pero anteayer habría alucinado en el teatro Liceo.
En el
Novelti, Plaza Mayor, al lado de la estatua ciega de Torrente Ballester yo no tomo chocolate con soconusco, bebo vino de
Ribera del Duero mientras espero a la tropa flamenca que viene a hacer la décimo quinta
edición o algo así de Los toros a escena.
Esto lo ideamos hace años Gonzalo Santonja y yo para el Instituto
Castellano y Leonés de la Lengua.
¿Qué es Los
toros a escena?. Una clara y
contundente defensa de la corrida por parte de un investigador taurino, Gonzalo
Santonja, que ha revisado las teorías de Ortega
y Gasset, y de un visionario como yo, Javier Villán, que no revisa nada. Solo reviso el vino que me sirven; cato la botella que me descorchan y sanseacabó.
El máximo
triunfo de un torero consiste en que, al terminar la corrida, la gente salga
toreando por la calle de Alcalá, si es
en Las Ventas, o por el Arenal, si es en
la Maestranza. El otro día en Salamanca ese honor lo consiguió una guiri
glamurosa (Isabel Blanco) “oh togegos togero, amante espanol, mi no entender qué ser
testiculario, mi no entender tora y esas cosas”
La gente salió a la plaza mayor, plateada y plateresca, madre de todos
los saberes y hasta en el Novelty, sede de los “laines” (Lain Entralgo) de Paco Umbral, Torrente Ballester habló un raro spanglish galaico, jerga taurina de Nueva York y caló de Sacromonte.
A la guiri glamurosa (Isabel
Blanco) la acompaña en tablao y tentadero -milagros del teatro- una periodista (Rocío
Osuna) que no sabe de lo que habla, -cosa común a la profesión de periodismo- una tabernera castiza que le canta las
cuarenta (Sabela Hermida) y unos asimilan a chulapa madrileña y otros
a Carmen la cigarrera, asegún. Sabela, sin embargo, es gallega. Bailar
como Raquel Valencia solo es posible
para ella. Y cantar como Antorrín solo lo hace él y el padre, el Yunque, que se pasó parte de la madrugada cantándole a
Villamor las diferencias entre el polo
y la caña, el taranto y la cartagenera. Noche mágica, sin tópicos.
Subieron al escenario Pedrito
de la Capea, campero, enjuto y mexicano, y José
Ignacio Sánchez, ganadero y director que fue de la Escuela Taurina. Vengo a
Salamanca por ver todavía la izquierda de José Ignacio. Pablo,
sobrino de Juan del Álamo, manejó la
tora con tal precisión y habilidad que empitonó a Capea en una verónica; la guiri
se desmayó, naturalmente; la serenidad de Capea dio la pauta a Villamor: “una cornada de tres
direcciones, doctor; haga lo que tenga que hacer. Parte facultativo de
Villamor: “leves contusiones”.
Dirigió, David de
Loaysa, un joven histórico de Los Toros a Escena, como escenógrafo e iluminador, cuando dirigía Mariano de Paco Serrano. Es la primera vez que
Loaysa asume labores de dirección. Extrajo de un texto de humor, a veces negro otras desternillante,
lo más profundo e intencionado. Y lo más político. Conozco muy bien el texto
porque lo he escrito yo.
Se nos unió una tropa de figurantes: doctor Villamor, María Antonia de Isabel, Isabel Bernardo, que había presentado a la
pregonera, Noa Carbajada. Tablao
flamenco y tentadero. Esa es la clave dramática. Algunos robaron foco y concluyeron casi de protagonistas. Verbi gratia, Victoria Motilva que acabó en figura de baile compitiendo con
Sabela. No le quitará el puesto de bailaora en la Quimera a Raquel Valencia. Pero esta tampoco le quitará las funciones de gran
ejecutiva en la cadena hotelera. Váyase
lo uno por lo otro. El apoyo NH ha sido decisivo y capital en Los Toros a
Escena por los que han pasado lo mejor de la farándula española, como María Jesús Valdés, Magüi Mira, Victoria
Vera, Alvaro Luna, Ramón Fontseré, Chete
Lere. Y José Manuel Seda, un Lorca insuperable. Y María Toledo al piano y sus bulerías por soleá. Cuando volvamos a
hacer La Argentinita, Seda y María serán indiscutibles. Emilio Gutiérrez Caba estuvo una vez no sé si de José María de Cossio
o de Miguel Hernández; un día me
gustaría llevar a su sobrina, la gran Irene Escolar, como novia de un
torerillo juncal.
Rematamos fiesta en Palacio de Castellanos, uno de los lugares más queridos de mi larga
etapa de cronista taurino, con un cóctel fastuoso escogido por Remedios Madrid, la directora, y Pilar Redondo. Palacio de Castellanos es un
bello palacete del siglo XVI. Estaba previsto que Reza Jafari El Persa diera un concierto de guitarra, pero declaró
que se le había puesto malo el instrumento y que a la tercera cuerda no había
forma de meterla en vereda. Y se fue a dormir. Es lo que pasa cuando un persa se mete a guitarrista. También llevábamos un violinista ruso, Pavel Sakuta, un descubrimiento de Antorrín; pero ha desaparecido camino, creo yo, de la guerra de Ucrania.
La flamenquería se marchó a seguir incendiando la madrugá de
Salamanca. Y unos pocos nos dedicamos a cultivar la melancolía y a
seguir soñando naturales, mientras Antonio
Cirre, el Yunque, padre de Antorrín, le cantaba a Villamor una Serrana, un viejísimo cante, un códice de los viejos palos milenarios.