jueves, 15 de enero de 2015

RUEDO IBERICO.TEATRO, OCIO DE MADRID. FREUD Y LA GESTAPO.


Freud, última sesión. Nota a pie de obra.
Es un texto, como eje dialéctico de un tema irresoluble, fascinante: fé y ciencia, creencias y descreencias. Como descreido que soy, me apasiona escribir sobre la cuestión. La única verdad: estamos aterradoramente solos. Y otra más aterradora aún: si dios no existe, decía Ivan Karamazov, todo está permitido.
No podía sustraerme al estreno de la Unir en la sala Max Aub; y menos a la prologación del debate del año pasado en México con el inteligente Arrufat, gerente de la Unir. Esta Universidad on line viene produciendo una serie de obras con un denominador común: los sólidos valores de un cristianismo liberador, una ética y una conciencia.  No es un teatro de tesis, porque antes que nada es teatro de calidad. Por ejemplo, Tomas Moro, una Utopía; por ejemplo  Sesión final de Freud, dirigidas ambas por Tamzin Townsend. Incluso en La sangre de Antígona, de Bergamín, dirigida por Ignacio García, además de la conciencia política de la guerra del 36 subyace la conciencia ética del republicanismo derrotado. En Bergamín cohabitaban un comunista y un republicano sin esquizofrenia. Quien más sabe de esto es Gabriel Antuñano, que  me ha invitado a hablar de León Felipe en Zamora y en Valladolid en un acto promovido por Ayuntamiento zamorano. Unos  Aytos estimulan la cultura y otros la minimizan. Ley de la compensación y no quiero señalar
  En estos momentos de confrontación de religiones esos valores cristianos, emancipatorios en sus orígenes y malversados después por  su instrumentación política, cobran más sentido. Es difícil hallarle su esencia dramática a un diálogo entre Freud y Lewis, autor de Las crónicas de Narnia, un converso. Pero Helio Pedregal se echa la función sobre sus hombros y su dolor;  Freud pedirá que lo  suiciden  poco después en legítimo derecho para administrar su dolor insoportable: eutanasia. Escribiré de ello con detenimiento; me lo debo a mí mismo, un agnóstico total (valga la paradoja) y se lo debo a mis padres con cuyo recuerdo casi lloré ayer en la sala Max Aub: la señora Rosario, cristiana del Cristo verdadero, y el señor Francisco, ateo indiferente, valga también la contradicción. Un dato de humor, aportación personal ajena a la obra; Freud reconoció por escrito, al final de su vida, no haber sido maltratado  por el nazismo. Junto a su confesión de "no agresión", recordando quizá a sus familiares gaseados en campos de exterminio,   añadió un sarcasmo: "recomiendo vivamente a la Gestapo". O algo así. Ciertamente, el cáncer en el paladar y sus 30 cirugías, fue su peor enemigo.
 
Recordando el título de esta nota, Freud versus Lewis, me viene a la mente Dali versus Picasso, un desafortunado texto de Arrabal, estrenado en el Matadero, cuando Natalio Grueso. Arrabal prepara para el Español, bajo los auspicios de Pérez de la Fuente, un  Quijote o Quijota del que cuentan y no acaban, Me susurran cosas; pero prometí confidencialidad y suelo respetar mi palabra, aunque no siempre. Le deseo suerte a Pérez de la Fuente, pues me consta que es un proyecto muy querido por él. Quizá su proyecto estrella.

Messiez, Lorca y un amante.

Dia extraño, acumulativo y contradictorio. Intenso y un poco disparatado. De madrugada pulí, retoqué, puse del derecho y del revés las cincuenta piezas de    Sonetos de la nueva impostura.  A media mañana, tras un pequeño refrigerio frutal,   cambié la onda a Una vida de teatro. Almuerzo en El Tormo, por las Vistillas con Emilio Martínez y Javier López  Galiacho. Este  ha publicado un libro sobre el espíritu empresarial de superación, con los toreros como modelo   y nos lo quiere regalar. Emilio y Galiacho son dos personas con las que se puede conversar de todo, incluso de toros que es algo que me aburre. Como decían de Pico de la Mirándola podrían discurrir  de omne re scibili et quacumque alia. Comida pantagruélica ¡maldita sea! estrictamente manchega, sacada del Quijote. Esa comida requiere un post de este blog en homenaje a Rabelais.Y en homenaje a Milagros, la cocinera, y a Enrique, el posadero.   

A las cinco de la tarde, sin connotaciones taurinas, encuentro en Bellas Artes con Juan Barja, su presidente. Volvemos a lo de siempre; poesía y cine Y Walter Benjamin del que es   exégeta y traductor. En cine,  ¿Antonioni o Visconti?. Para mí Passolini. Y para él también, aunque con matices. Barja ha resuelto la disyuntiva decadente y corta de vista de Visconti  a favor de  la lucidez visionaria de Antonioni, no tan alejado de Passolini, como pudiera parecer: El desierto Rojo o La aventura.  Esto da para otro post. O sea que el miércoles 14 fue un dia germinal.

Con Lorca y Messiez en la Princesa.

Camino del María Guerrero, paro en el Gijón. Me encuentro con un amigo, tan feo y solitario como hace 30 años. Ese amigo no se comía una rosca; pero tenía una novia, más guapa que él, convencida de que era tan apuesto como Marlon y Paul Newman juntos y que todas las mujeres se enamoraban de él y querían llevárselo a la cama.  Este mi amigo  acabó recitando a don Mendo: “todas por mí como un trapo/ ¡Ay! infeliz del varón/ que nace cual yo tan guapo”. No le faltaba sentido del humor. Un dia aquella novia celosísima lo dejó por otro y se metió en un grupo musical a tocar el ukelele. Y desde entonces mi amigo feo, católico y sentimental, más feo después de cuarenta años, no fue nadie. Ha perdido  el humor. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Teatro: Margallo y Messiez.

Al fin recalo en el verdadero objetivo de este post, la escena.  Petra Martínez y Juan Margallo recobran en la sala Francisco Nieva del CDN, el teatro como juego, las confesiones cara a cara con el público, esa especie de metateatro irónico y popular: Chimpón, una especie de metafísica para después de la muerte, que a Margallo y Petra no creo que les importe mucho. Ellos son materialistas,  en el sentido genuino de la  palabra dialéctica. Y esta vida es como un eterno casting. Por eso entre bromas, veras y melancolías, hacen un repaso de la actualidad política, social y teatral de España. Melancolía de un desguace; no hubo con la Transición desarme ideológico, salvo en un único sentido. Proceden de Tábano, de Castañuela 70 y El Gayo Vallecano; proceden de lo que fue insurgencia.

Petra Martínez es una gran actriz, nada nuevo. Sufriría si un dia tuviese que hacerle una crítica adversa porque, aunque algunos/as no lo crean, los críticos tenemos corazón. Esperé verla como máxima consagración en Informe para una academia, que iba a hacer con Pérez de la Fuente: la mona de Kafka. La cosa se torció como se tuercen tantos proyectos en teatro y, al final, la mona  la hizo otra estupenda actriz: Luisa Martín. No fue lo mejor de  Pérez de la Fuente, pero esa idea del travestismo es brillante. También sufriría si tuviese que censurar una interpretación de Irene Escolar, último renuevo de una saga,  Gutiérrez Caba, que acabará superando, si ello fuera posible, a sus raíces. O a María Pastor, hija de Juan Pastor, actriz de muchos registros que hace todo y todo lo hace bien. Hace unos días volví a ver, en velada familiar con general jolgorio 8 apellidos vascos. Carmen Machi, en una charnega españolaza y viuda de Guardia Civil, me recordó que es la jefa, al menos en esta película. Estas son mis diosas escénicas en estos momentos, pero no se preocupen; si no les gustan puede cambiarlas por otras. Otra diosa podría ser Blanca Portillo, sublime en El Testamento de María y menos sublime como directora en Don Juan. Lo comentaba ayer con Fran, Francisca Miranda Barcon, siempre al cuidado de Antonio Garrigues,  -cuidados recíprocos- en el estreno de La piedra oscura, de Pablo Messiez en  la Sala Princesa. Mido la temperatura de algunos estrenos,por la temperatura emocional  de Fran.

Antes de nada una aclaración para los fans de Blanca Portillo. Nunca he dicho que fuera mala directora; lo que he dicho, aunque no escrito, es que lo mejor de Blanca Portillo como directora es Pandur, un director cuyo predicamento es un misterio para mí. Pandur está especializado en destrozar textos ajenos con un refinamiento contumaz, almibarado y vácuo.  Aclarado el infundio.

Francisca Miranda.

Vuelvo a Fran y a Messiez. Fran tiene raras intuiciones, un don profético que me asombra: “esto,  La piedra oscura, tiene buena pinta”. Acertó y no pudimos hablar a la salida: un texto bello y preciso, de impecable ritmo narrativo que empieza a cautivar mucho antes de que irrumpa el recuerdo de Lorca y la Barraca;  homenaje de un amante, albacea  del poeta asesinado. La clave no es tanto Federico como la relación que se establece entre un prisionero republicano condenado a muerte y su guardián, un muchacho campesino y adoctrinado, un inocente que no sabe por qué está en una guerra que ni le va ni le viene. Memorable interpretación: Rafael Grao y Nacho Sánchez. En otro comentario entraré en detalles.   

 

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