lunes, 26 de enero de 2015

RUEDO IBERICO. DEFENSA POLÍTICA DE LOS TOROS.


A propósito del triunfo de Syriza felicito a Grecia, vía Podemos, pues se los considera hermanos; yo creo que, a lo más, primos. Mas valga el parentesco. Visto lo visto en los tres primeros días, no sé si el triunfo de Syriza favorece a Podemos o es un torpedo en su línea de flotación. Hay triunfos que matan. En España el personal anda revuelto con el posible triunfo de Podemos. Hablo del personal taurófilo, mayormente. No trato de hacer una defensa numantina de la corrida de toros, sino de aportar unos datos que pudieran demostrar lo improcedente de la prohibición de la tauromaquia.

a) Los toros no son de derechas ni de izquierdas, sino un rito o un espectáculo interclasista y de concordia. En el frente de Moncloa en la Universitaria, según cuenta Julio Urrutia en su libro Los toros en la Guerra Civil, los combatientes en reposo se pasaban de trinchera a trinchera los resultados de las corridas dominicales. Y he visto al rojerío de los sesenta salir de Carabanchel o Yeserías y sentarse en el tendido que es, con perdón, el Podemos de los toros.

b) Son una realidad económica que genera muchos puestos de trabajo. Hace años se calcuba que movían unos 40.000 millones de pesetas que ignoro lo que son hoy traducidos a euros. No son una sentimentalidad romántica, son una realidad económica. No sería bueno añadir paro al paro. Y no lo digo por los toreros. que están forrados; los que lo están.

c) No creo que a Podemos le vayan a sobrar los votos como a Syrizas en Grecia, para arriesgar las papeletas de la tropa taurina, que está hecha a las cornadas. Esta, con la ayuda de Felipe II, resistió las amenazas de excomunión de Pio V. Si Podemos considera un caladero la media y pequeña burguesía cabreada con la corrupción PP-PSOE, que considere la potencialidad de los aficionados a la Tauromaquia. Esto no es cuestión romántica, sino pragmatismo electoral.

d) Un dato nazi que es historia real.

Himmler, el carnicero que diseñó la "solución final" del Holocausto salió vomitando de las Ventas en 1940 en una corrida que se pensó como homenaje al lugarteniente de Hitler, de visita por España. Le molestaba más el olor a sangre de toro que el olor a judío socarrado en los crematorios. No todo antitaurino es nazi, por supuesto. Pero conviene cuidar la memoria histórica. La corrida con toda parafernalia y un cartel de lujo, Marcial Lalanda, Rafael Ortega y Pepe Luis Vázquez permitió a los nazis manifestar su sentido humanitario de la vida.

e) Un dato abertzale, también real.

Jon Idigoras, lider abertzale fue novillero, malo y sin futuro como la historia demostró. Defendía el origen vasco de la corrida. Solía verlo en los San Fermines, vestido de mozo -blanco y rojo- y jamás le escuché abominar de la corrida; y hablaba con pasión del Betizu, el toro de los montes de Euskadi.

Podría aducir otras razones. Valgan las elementales: económicas y electorales. Y ahora les dejo que sigan con el resto del post, pues el libro de López-Galiacho, De frente, en corto y por derecho, una ética torera para el liderazgo tiene mucho interés, lo crea o no lo crean, Iglesias, Errejón y Monedero. Ellos están irrevocablemente llamados a ser líderes.

La cocina del quijote.

El Tormo, restaurante manchego con pinta de posada cervantina en las Vistillas. Seis mesas y para qué mas, dicen Milagros y Enrique los posaderos. Lo fundó hace años Joaquín Racionero, que empezó comunista y acabó facha y hoy está jubilado de todo. Va a ser verdad que la lucha final será entre comunistas y ex comunistas. Milagros y Enrique no se meten en berenjenales políticos. No le dirían a Miterrand, como cuentan que le dijo un dia Joaquín Racionero refiriéndose al morteruelo que le habían encargado ex profeso para él: “no se le ocurra comparar este plato con su paté, no hay color”. A lo que Miterrand, dicen, contestó: “pero los franceses lo vendemos mejor”.

La cocina el Quijote es ya una recreación cultural. Si se hubiera limitado al menú de don Alonso Quijano habría limitado su alcance y su refinamiento. Don Quijano era un hidalgo pobre, según la dieta que testificó Cervantes: “Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón (fiambre o carne picada con cebolla y vinagre) las más noches, duelos y quebrantos (huevos con torreznos) los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos”. Para ser pobre no está mal, pero el menú de El Tormo es muy superior.

Pepe Esteban escribió hace tiempo un libro sobre el tema. A Pepe voy a llevarlo un dia a El Tormo para que aprenda de Milagros, que explica plato a plato: sus ingredientes, su cocción, el fuego que necesita, algunas leyendas…. Esta explicará el origen del atascaburras, o del gazpacho pastor o del mostillo, la naturaleza del arroz de bodas e incluso de tornabodas y los secretos del verdadero pisto manchego. Me llevan a degustar estas excelencias Javier López Galiacho y Emilio Martínez: dieta de ocho platos, más o menos; lo que dispongan Enrique y Milagros. No hay elección, sólo la voluntad de Milagros.

Homenaje a Rabelais, a Pantagruel gigante que en vez de hacer liza con don Quijote, de encontrase con él, hubiera pactado venir al Tormo; mejor hartarse de viandas que pelear por una dama. Luego hablamos de toros, del libro que acaba de publicar López-Galiacho, De frente, en corto y por derecho. Por las Vistillas, cerca del Acueducto vedado ya por grandes mamparas para los ángeles suicidas. Una tarde en que Yesteras, gran banderillero luego, fracasó en las Ventas le pregunto a Bojilla, su apoderado: “¿y ahora qué hacemos?”. Y Bojilla, la peor lengua de toda la torería, le contestó: “Yo al hotel, tú al viaducto”. Hoy esto no sería posible; y menos después del yantar que nos ha servido Milagros.

De frente y por derecho.

Javier López-Galiacho, aficionado insigne, ha escrito un libro de toros que es más que un libro de toros. Tampoco López-Galiacho es un aficionado del común y el título de este libro puede inducir a engaño. De frente, en corto y por derecho resume, con la trilogía “parar, mandar y templar”, a la que puede añadirse “y cargar la suerte”, la norma sagrada, el espíritu y la técnica del arte de torear. Quizá este libro lo explique mejor el subtítulo: Ensayo de una tauromaquia para el liderazgo personal y empresarial. O sea la magia del rito, el juego de la muerte, el misterio de la ceremonia y la grandeza del toreo aplicado al prosaísmo de la vida diaria: el torero como espejo de conducta. Para héroes solitarios y para ejecutivos empresariales con el triunfo como destino. Y todo ello con un bagaje cultural que desconcertará al taurino habitual; enriquece y ennoblece la literatura de toros.

El Toreo es grandeza, tituló Joaquín Vidal uno de sus pocos libros. Vidal, acaso el mejor crítico taurino de la segunda mitad del siglo XX, era hombre de periódico, de la crónica a pie de plaza. Era parco en libros y abundante en artículos, modelo de prosa y de subversión crítica. Me sumo al homenaje que López-Galiacho dedica a Vidal en De frente en corto y por derecho, que reside, creo yo, no solo en el capítulo dedicado a esta figura estelar del periodismo. Está posiblemente en la estructura del libro, en su enfoque de la tauromaquia, en la ética y la conciencia que lo impregna, en una honradez intelectual que lo llevaba a ser un subversivo en toros y un conservador en política.

López Galiacho no elude ningún tema por espinoso que sea. Mismamente el soborno, -“sobre” en la jerga- los periodistas alquilones a los que opone la honradez desdeñosa de Vidal. No es el único, obviamente. Pero a mí estas cosas, tras haber publicado una Antología de la crítica taurina y haber profundizada en los orígenes y naturaleza del sobre, siguen dejándome perplejo. Nunca han tratado de sobornarme, nunca me ha tentado el Opus Dei - que sólo tienta a los muy inteligentes- ni ha tratado de captarme la CIA o servicio de espionaje paralelo. O sea que nunca llegaré a nada. Iba para latinista y me quedé en cronista taurino.

Aportación personal al margen del libro: los zoquetes de prosa mazorral y zopenca se inventaron una noche de insomnio que Joaquín Vidal y un servidor cobrábamos de la UE para desprestigiar la Fiesta. Como yo no recibía nada, le reclamé mi parte al bueno de Joaquín. Me fulminó con esa mirada gélida que, a veces, le salía: “sobre esto no tolero ni una broma, ni siquiera a costa de la Comunidad Europea”. Solté una estruendosa carcajada y me invitó a media botella de Viña Ardanza en los Caireles mientras él tomaba su café. No quise decirle que ese era el vino que bebía Curro Fetén para no herir susceptibilidades. Queríamos a Curro Fetén. Nos llamaba “los vengadores”: justicieros de todas las humillaciones que había tenido que sufrir.

Releeré este libro, aunque ya no aspire a ningún liderazgo ni personal y mucho menos empresarial. Lo releeré como el mayor empeño intelectual de dotar a la vida de estímulos y al toreo de grandeza: vida y toros.

 

miércoles, 21 de enero de 2015

RUEDO IBÉRICO. TÁVORA, HIJO PREDILECTO DE ANDALUCÍA.



Nieve en Madrid, nieve en Cádiz
Parafraseo un viejísimo artículo de José Maria Pemán, que creía de hace medio siglo más o menos: Nieve en Cadiz. Antonio Burgos me corrige: es de 1934. Puede que la idea de fijarlo en los años 50 parta de una antología de textos, grandes prosas, que estudiábamos en el Seminario. Ahí debí de  leerlo. Pero no me atrevería a afirmarlo. José Luis Abia, un viejo compañero, temible en las confrontaciones públicas que los profesores organizaban para animar el cotarro, recuerda la antología pero no el artículo de Pemán. Si lo dice Abia es para pensárselo. Me promete comprobarlo en esa antología que conserva.

Nieva en Colmenar Viejo, una diminuta lluvia de pétalos blancos, delicados  como suspiros. A la Metrópoli no llega esta bendición, o llega poco. Carlos Santoyo, director del Diario Palentino me invita a ver nevar en Lebanza, norte de Palencia, antigua abadía. Allí viví memorables nevadas, una verdadera fiesta. Pese a todo escribo Nieve en Madrid, como don  José María Pemán escribió hace muchos años, Nieve en Cádiz. Como Pemán no, como dios me dé a entender porque,  en el artículo, don José María  era insuperable. La dramaturgia española puede pasarse sin El divino impaciente, por ejemplo. Pero la historia del periodismo español no puede pasarse sin la impecable factura de los artículos de Pemán; ni sin otras aportaciones dignas de recordación, según cuentan algunos gaditanos: sus encuentros con Alberti que, exiliado, no podía ser marinero en su tierra del Puerto; encuentros, dicen,  en la mar por las aguas  del litoral gaditano. No lo sé. Conozco porque está documentado,  que Pemán consiguió restituir a las carteleras el nombre de  don Jacinto Benavente que, por sus veleidades republicanas, estaba obligado a firmar como “el autor de La Malquerida” Pemán tenía  mano en el Pardo. Y además Benavente era Premio Nobel.

Nieva, pues, en Colmenar Viejo, mi pueblo de adopción, mi pueblo a secas,   después de Torre de los Molinos pintado  por Nekane porque le parece la aldea más bonita del mundo, aunque menos que los pueblos de su Valle de Urola, Azpeitia y por ahí. Traigo esto a colación porque me lo sugiere el recuerdo de  El divino impaciente, que como todo el mundo sabe trata de Francisco Javier que, a su vez, me remite a Ignacio de Loyola,  de Azpeiti o así.
 

 Salvador Távora, hijo predilecto de Andalucía
 Una cosa lleva a la otra como el recuerdo de Rafael Alberti me lleva a Salvador Távora al que quieren nombrar Hijo predilecto de Andalucía. Me sumo a la propuesta, aunque no soy andaluz. Hace tiempo que considero a Salvador Tavora  Hijo Predilecto del Mundo Entero y a La Cuadra, como una referencia imprescindible del mejor teatro español del siglo XX. Távora es Andalucía; y es una conciencia ética y estética asentada en un teatro de revolución y resistencia. Salvador es la herida abierta del teatro, las zonas en penumbra del flamenco. Cuentan sus biógrafos que, siendo novillero, abrió la Puerta del Príncipe. Alfonso Guardiola (requiescat) afirmaba que  con un poco más de corazón, bragueta decía Manolete de Pepe Luis, hubiera sido tan bueno como Curro Romero. Yo creo que eso era una exageración, pero vale.

 Távora iba de auxiliar  con otro Guardiola, Salvador, la infortunada tarde en que éste se mató al caer del caballo en Palma de Mallorca. Esa misma tarde, Távora colgó el traje de luces que, en realidad, ya había colgado hace tiempo desde la penumbra incierta de su corazón. Me adhiero, pues a esa solicitud de predilección andaluza y universal a favor de Salvador. ¿Dónde hay que firmar?.

jueves, 15 de enero de 2015

RUEDO IBERICO.TEATRO, OCIO DE MADRID. FREUD Y LA GESTAPO.


Freud, última sesión. Nota a pie de obra.
Es un texto, como eje dialéctico de un tema irresoluble, fascinante: fé y ciencia, creencias y descreencias. Como descreido que soy, me apasiona escribir sobre la cuestión. La única verdad: estamos aterradoramente solos. Y otra más aterradora aún: si dios no existe, decía Ivan Karamazov, todo está permitido.
No podía sustraerme al estreno de la Unir en la sala Max Aub; y menos a la prologación del debate del año pasado en México con el inteligente Arrufat, gerente de la Unir. Esta Universidad on line viene produciendo una serie de obras con un denominador común: los sólidos valores de un cristianismo liberador, una ética y una conciencia.  No es un teatro de tesis, porque antes que nada es teatro de calidad. Por ejemplo, Tomas Moro, una Utopía; por ejemplo  Sesión final de Freud, dirigidas ambas por Tamzin Townsend. Incluso en La sangre de Antígona, de Bergamín, dirigida por Ignacio García, además de la conciencia política de la guerra del 36 subyace la conciencia ética del republicanismo derrotado. En Bergamín cohabitaban un comunista y un republicano sin esquizofrenia. Quien más sabe de esto es Gabriel Antuñano, que  me ha invitado a hablar de León Felipe en Zamora y en Valladolid en un acto promovido por Ayuntamiento zamorano. Unos  Aytos estimulan la cultura y otros la minimizan. Ley de la compensación y no quiero señalar
  En estos momentos de confrontación de religiones esos valores cristianos, emancipatorios en sus orígenes y malversados después por  su instrumentación política, cobran más sentido. Es difícil hallarle su esencia dramática a un diálogo entre Freud y Lewis, autor de Las crónicas de Narnia, un converso. Pero Helio Pedregal se echa la función sobre sus hombros y su dolor;  Freud pedirá que lo  suiciden  poco después en legítimo derecho para administrar su dolor insoportable: eutanasia. Escribiré de ello con detenimiento; me lo debo a mí mismo, un agnóstico total (valga la paradoja) y se lo debo a mis padres con cuyo recuerdo casi lloré ayer en la sala Max Aub: la señora Rosario, cristiana del Cristo verdadero, y el señor Francisco, ateo indiferente, valga también la contradicción. Un dato de humor, aportación personal ajena a la obra; Freud reconoció por escrito, al final de su vida, no haber sido maltratado  por el nazismo. Junto a su confesión de "no agresión", recordando quizá a sus familiares gaseados en campos de exterminio,   añadió un sarcasmo: "recomiendo vivamente a la Gestapo". O algo así. Ciertamente, el cáncer en el paladar y sus 30 cirugías, fue su peor enemigo.
 
Recordando el título de esta nota, Freud versus Lewis, me viene a la mente Dali versus Picasso, un desafortunado texto de Arrabal, estrenado en el Matadero, cuando Natalio Grueso. Arrabal prepara para el Español, bajo los auspicios de Pérez de la Fuente, un  Quijote o Quijota del que cuentan y no acaban, Me susurran cosas; pero prometí confidencialidad y suelo respetar mi palabra, aunque no siempre. Le deseo suerte a Pérez de la Fuente, pues me consta que es un proyecto muy querido por él. Quizá su proyecto estrella.

Messiez, Lorca y un amante.

Dia extraño, acumulativo y contradictorio. Intenso y un poco disparatado. De madrugada pulí, retoqué, puse del derecho y del revés las cincuenta piezas de    Sonetos de la nueva impostura.  A media mañana, tras un pequeño refrigerio frutal,   cambié la onda a Una vida de teatro. Almuerzo en El Tormo, por las Vistillas con Emilio Martínez y Javier López  Galiacho. Este  ha publicado un libro sobre el espíritu empresarial de superación, con los toreros como modelo   y nos lo quiere regalar. Emilio y Galiacho son dos personas con las que se puede conversar de todo, incluso de toros que es algo que me aburre. Como decían de Pico de la Mirándola podrían discurrir  de omne re scibili et quacumque alia. Comida pantagruélica ¡maldita sea! estrictamente manchega, sacada del Quijote. Esa comida requiere un post de este blog en homenaje a Rabelais.Y en homenaje a Milagros, la cocinera, y a Enrique, el posadero.   

A las cinco de la tarde, sin connotaciones taurinas, encuentro en Bellas Artes con Juan Barja, su presidente. Volvemos a lo de siempre; poesía y cine Y Walter Benjamin del que es   exégeta y traductor. En cine,  ¿Antonioni o Visconti?. Para mí Passolini. Y para él también, aunque con matices. Barja ha resuelto la disyuntiva decadente y corta de vista de Visconti  a favor de  la lucidez visionaria de Antonioni, no tan alejado de Passolini, como pudiera parecer: El desierto Rojo o La aventura.  Esto da para otro post. O sea que el miércoles 14 fue un dia germinal.

Con Lorca y Messiez en la Princesa.

Camino del María Guerrero, paro en el Gijón. Me encuentro con un amigo, tan feo y solitario como hace 30 años. Ese amigo no se comía una rosca; pero tenía una novia, más guapa que él, convencida de que era tan apuesto como Marlon y Paul Newman juntos y que todas las mujeres se enamoraban de él y querían llevárselo a la cama.  Este mi amigo  acabó recitando a don Mendo: “todas por mí como un trapo/ ¡Ay! infeliz del varón/ que nace cual yo tan guapo”. No le faltaba sentido del humor. Un dia aquella novia celosísima lo dejó por otro y se metió en un grupo musical a tocar el ukelele. Y desde entonces mi amigo feo, católico y sentimental, más feo después de cuarenta años, no fue nadie. Ha perdido  el humor. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Teatro: Margallo y Messiez.

Al fin recalo en el verdadero objetivo de este post, la escena.  Petra Martínez y Juan Margallo recobran en la sala Francisco Nieva del CDN, el teatro como juego, las confesiones cara a cara con el público, esa especie de metateatro irónico y popular: Chimpón, una especie de metafísica para después de la muerte, que a Margallo y Petra no creo que les importe mucho. Ellos son materialistas,  en el sentido genuino de la  palabra dialéctica. Y esta vida es como un eterno casting. Por eso entre bromas, veras y melancolías, hacen un repaso de la actualidad política, social y teatral de España. Melancolía de un desguace; no hubo con la Transición desarme ideológico, salvo en un único sentido. Proceden de Tábano, de Castañuela 70 y El Gayo Vallecano; proceden de lo que fue insurgencia.

Petra Martínez es una gran actriz, nada nuevo. Sufriría si un dia tuviese que hacerle una crítica adversa porque, aunque algunos/as no lo crean, los críticos tenemos corazón. Esperé verla como máxima consagración en Informe para una academia, que iba a hacer con Pérez de la Fuente: la mona de Kafka. La cosa se torció como se tuercen tantos proyectos en teatro y, al final, la mona  la hizo otra estupenda actriz: Luisa Martín. No fue lo mejor de  Pérez de la Fuente, pero esa idea del travestismo es brillante. También sufriría si tuviese que censurar una interpretación de Irene Escolar, último renuevo de una saga,  Gutiérrez Caba, que acabará superando, si ello fuera posible, a sus raíces. O a María Pastor, hija de Juan Pastor, actriz de muchos registros que hace todo y todo lo hace bien. Hace unos días volví a ver, en velada familiar con general jolgorio 8 apellidos vascos. Carmen Machi, en una charnega españolaza y viuda de Guardia Civil, me recordó que es la jefa, al menos en esta película. Estas son mis diosas escénicas en estos momentos, pero no se preocupen; si no les gustan puede cambiarlas por otras. Otra diosa podría ser Blanca Portillo, sublime en El Testamento de María y menos sublime como directora en Don Juan. Lo comentaba ayer con Fran, Francisca Miranda Barcon, siempre al cuidado de Antonio Garrigues,  -cuidados recíprocos- en el estreno de La piedra oscura, de Pablo Messiez en  la Sala Princesa. Mido la temperatura de algunos estrenos,por la temperatura emocional  de Fran.

Antes de nada una aclaración para los fans de Blanca Portillo. Nunca he dicho que fuera mala directora; lo que he dicho, aunque no escrito, es que lo mejor de Blanca Portillo como directora es Pandur, un director cuyo predicamento es un misterio para mí. Pandur está especializado en destrozar textos ajenos con un refinamiento contumaz, almibarado y vácuo.  Aclarado el infundio.

Francisca Miranda.

Vuelvo a Fran y a Messiez. Fran tiene raras intuiciones, un don profético que me asombra: “esto,  La piedra oscura, tiene buena pinta”. Acertó y no pudimos hablar a la salida: un texto bello y preciso, de impecable ritmo narrativo que empieza a cautivar mucho antes de que irrumpa el recuerdo de Lorca y la Barraca;  homenaje de un amante, albacea  del poeta asesinado. La clave no es tanto Federico como la relación que se establece entre un prisionero republicano condenado a muerte y su guardián, un muchacho campesino y adoctrinado, un inocente que no sabe por qué está en una guerra que ni le va ni le viene. Memorable interpretación: Rafael Grao y Nacho Sánchez. En otro comentario entraré en detalles.   

 

sábado, 10 de enero de 2015

RUEDO IBERICO; TERROR EN PARIS. IRA DE MAHOMA Y MATAMOROS .


Tolerancia de los descreidos.


Cierto que los ateos, agnósticos o descreyentes tenemos todas las de perder: ofrecemos tolerancia frente al dogmatismo, pacifismo frente a terrorismo. Que el Dios cristiano de la ira y el puto Mahoma nos pillen confesados. Pero nos inquieta la ola de islamofobia que empieza a anegar la vieja civilización en escombros de Occidente. Y algunos claman para que China  frene a la Media Luna. Salimos de Mahoma y nos metemos en Buda, si es que China es budista, que no lo sé. Me aterra  una Europa islamizada, tengo derecho a mís ídolos; pero me aterra también una Europa islamófoba. De pasada, recomiendo leer el poema de Cavafis Los Bárbaros.

Frente a la obscena manifestación de cinismo de tanto mandatario en París, patria de la libertad, la primera portada  de Charlie  es un prodigio de valentía, serenidad y sarcasmo crítico: Mahoma proclama: "Je suis Charlie". Sombrerazo. Solo en el lápiz del caricaturista cobra sentido verdadero tan manoseado lema en estas dias. Todos tenemos la obligación de denunciar el terrorismo yihadista y reivindicar la libertad de expresión,  pero no los fantoches que basan su poder en la  represión en nombre de la democracia. Frente a esa  obscenidad, la pureza austera del dibujante de CharlieHebdo. Hecha la foto islamófoba de tanto fantasma corporeizado en la pancarta, seguirán pensando que la sátira de CharlieHebdo  es una amenaza. Y su libertad sospechosa.
De momento, el martirio y muerte de los periodistas ha servido para radicalizar el Estado Gendarme, frente al Estado del Bienestar, un poco gaseoso. Seguridad antiyihadista, claro: exigible y deseable. Pero dónde el paro, dónde la corrupción, dónde el hambre de los desesperados?. En qué nivel de alerta terrorista colocamos esta realidad?.

Por lo demás la acción-reacción era previsible y lógica. Francia, Europa ha reaccionado ante el bárbaro ataque terrorista a CharliHebdo y en una espiral implacable de acción-reacción ha liquidado a los terroristas yihadistas. Estos sabían a lo que se exponían, nada que objetar en términos militares de Guerra Santa. El método ha sido el acreditado en estos casos  de islamofobia justificada por doce cadáveres de periodistas en una redacción, que sólo cumplían su deber de  caricaturizar y criticar el fanatismo de un poder. La reacción de la Policía francesa es la  versión moderna, avanzada y española de Santiago Matamoros en Clavijo: exterminio del enemigo. Es la guerra. La Guerra de Guerrillas y Santiago Matamoros son invento español. Me propongo volver al Guerrero del Antifaz de mi infancia y el moro Alí Kan, por si descubro en su amistad  algún síntoma de la Alianza de Civilizaciones.

El terror destruye el encanto de las Navidades.
Vuelvo de las Navidades en el retiro, relativo, de Colmenar Viejo. Y justo cuando empiezo a readaptarme a la vida de Madrid, llega el horrible latigazo del yihadismo contra el semanario satírico CharlieHedob. Guerra de religión, fanatismo integrista. Iba a escribir “vinieron los sarracenos/y nos molieron a palos/que dios ayuda a los buenos/cuando son más que los malos”. Pero la réplica contraterrorista de la policía francesa no ha tardado mucho: liquidación total.  Dice una máxima bíblica ojo por ojo y diente por diente. Y nuestro Calderón de la Barca, la ortodoxia contrarreformista, escribe, “quien tal hace que tal pague”. Acción y reacción, el mundo es un infierno. Guerras Santas, Inquisiciones varias, Cruzadas. Que dios y Mahoma repartan suerte. Condenado universalmente, y con razón, la barbarie contra CharlieHebdo, conviene no confundir  Islam con terrorismo yihadista; como conviene no recordarle a la piedad cristiana  que la Iglesia tiene tiene las mandos quemadas de hogueras y teñidas de sangre. Lo masacre de Charlie (un responso fraterno, compañeros) no puede ser pretexto para nuevas Cruzadas. De cualquier forma justo es reconocer que la Revista Mongolia ha dibujado peores cosas contra Cristo y no ha pasado nada. Lo peor: está movida acabará acusando a Palestina de yihadista. Lo mejor: siempre estaré con las víctimas, nunca con los verdugos. Iría a la manifestación de París, pero estoy cojo y manifestarme cerca de Rajoy, Merkel y compañía me da cierto repelús.
 Me dicen unos viajeros amigos que la Coupole no es ni siquiera el Café de Gijón. Siempre nos faltó en  el Gijón faltó un Sartre y una Simone de Beauvoir. Me pregunto qué harían ahora en París Camus y Sartre. Reponen en la sal Off del Lara, Confesiones a Alá, con una enorme María Hervás, candidata el año pasado al Premio Valle Inclán. Hay que verla. Sobre todo para ver una actriz en estado puro. Yo volveré.
 
LA VIOLENCIA PARTERA DE LA HISTORIA.
 La violencia es la partera de la historia, concluyó Marx. No era necesario que lo dijera. Es cosa sabida. El mundo está edificado sobre hogueras, sangre y ceniza. Si esa es nuestra historia de qué extrañarnos?. Hay otra dimensión menos cruenta de las religiones, más lúdica y cotidiana.   He participado gozosamente en el juego de la navidad, en el magnífico juego de los Reyes, los Magos que siguen siendo lo más presentable de todas las monarquías. He admirado una vez más el sentido escenográfico de la religión Católica, la formidable puesta en escena de sus misterios que ningún director teatral conseguirá jamás; lo mismo que jugaré el sombrío juego de la Semana Santa  en la que volveré a Colmenar Viejo; ha degenerado considerablemente el nivel de la liturgia, las misas de tres curas,  las casullas, las capas pluviales, las dalmáticas. Y queda el olor a incienso y a cera y el canto  gregoriano, tan caro a algunos directores de teatro que buscan  sentido  y  formas del teatro ceremonial. El teatro ceremonial es otra cosa; por ejemplo, Genet es teatro de  ceremonia y no hay en él  rastros aromáticos. Arrabal, es teatro ceremonial, Hay ceremonia y liturgia: la suplantación. En el teatro del Absurdo hay también ceremonia.

Navidades fecundas.
Han sido unas Navidades fecundas: sigo trabajando  Sonetos de la nueva impostura, 50 piezas que se unirán al libro de hace años, de Akal, la primera impostura. Recomendación a quienes se empeñan airadamente en mandarme sonetos, que no son sonetos, via tuiter oculto: leer “Un soneto me manda hacer Violante/ y en mi vida me he visto en tal aprieto”. Notable avance de las memorias teatrales, Vida de teatro; proyecto de una serie de villancicos a raíz del Villancico Flamenco con que Antorrín y yo hemos felicitado las Pascuas.

Proyectos escénicos parados porque en un punto donde ya no entra la creación, sino la producción, o sea la madre del cordero. Después del villancico, algún  amigo me pide que escriba saetas para la Semana Santa, a la vuelta de la esquina; puede que sí. Antorrín está entusiasmado para dejar un par de días la Quimera, de Madrid, y marcharnos a Sevilla: a decir una saeta en la plaza de San Lorenzo, la procesión de la Soledad, al lado del Cristo del Gran Poder, junto a la querida  tribu de los Távora y Manuel Grosso. Y luego, casi sin dormir, a La Maestranza, a la corrida de Resurrección con Sevilla recién lavada, luminosa y oliendo a azahar puro, sin humos ni silencios. Sueños, pero en esos sueños a muchos nos va la vida, nos ha ido siempre, una vida  pendiente siempre de una pesadilla.

Gracias por las felicitaciones alguna especialmente afectuosa. Enrique Aguinaga al que veo, nonagenario, en primera fila de muchos estrenos, acompañado de hijos y nietos, me manda un manifiesto con citas bíblicas: tolerancia, bondad,  inteligencia. Justo cuando el yihadismo incendia arís. Que tu dios te lo pague. Y me comenta el momento de lúcido magisterio, radicalizado, en otro nonagenario, Manuel Alcántara.

Natalio Grueso, ex del Español, envía un cuento de Navidad en la línea de su novela La soledad; si a Natalio Grueso le fallan sus proyectos teatrales ya tiene asegurado un lugar en la narrativa; y aunque le fallen, también.

La fauna del tuiter.
Me desentiendo del tuiter, pese a lo cual se filtran impertinencias y estupideces. Hay quien piensa que el tuiter es una patente de corso para vomitar bilis;  puede serlo, pero no es obligatorio soportarlo. Mi sentido de la libertad de expresión no incluye los furiosos  insultos biliosos y fakes. Notable éxito, pese a todo, de mi artículo “Elogio del tuiter: la fauna y la flora”. Ver post. Se me olvidó, pese a su exhaustividad, enumerar algunas especies de la selva.   A todos, sin excepción, un saludo muy taurino: ¡que Dios reparta suerte!. O si prefieren, ¡!Suerte, vista y al toro!!.                                                 

viernes, 2 de enero de 2015

RUEDO IBÉRICO. DE CURA A DUQUE DE ALBA. LOS MANDARINES DE MORÁN


 Vuelvo a mi lectura habitual de vacaciones, la novela negra, ya saben Hammet, Chandler, Chester Himes et alii tras concluir  El cura y los mandarines, que es en cierta medida, literatura negra, negrísima de la política y la cultura: entre el abatimiento y la resurrección. Echo de menos referencias más intensas y explícitas a Escuela de mandarines, de Miguel Espinosa.  Me impongo una relectura del escritor murciano fallecido a destiempo.

Este libro, a su autor  no le dará gloria, sino vilipendio.  A título personal,  no puedo evitar el regocijo por el escalpelo sin piedad que aplica a Juan Benet. Nota al margen y personal: el autor de Otoño. Madrid 1950, quizá su mejor obra, creo que nunca superó la sombra magnífica de su hermano Paco, muerto en los desiertos de Iran,  que siempre se le adelantó en todo,  como el propio Juan reconocía en ocasiones; Juan era una botella de güisqui parlante; no sabía mear lo que bebía. Y alguien que no sabe mear lo que bebe, no puede ser buen escritor.

 Y una  rotunda  gratitud; Gregorio Morán encabeza cada capítulo con versos de Los muertos, de José Luis hidalgo y de El libro de las alucinaciones, de José Hierro, de varios libros de Javier Egea, tres  poetas cumbres de la segunda mitad del  siglo XX. Y de Felix Francisco Casanova y de Pablo del Aguila, casi desconocidos para mí hasta ahora, buscaré sus versos; cinco malditos, dentro de la reducida nómina de malditos de la poesía española. Partiendo de estos modelos, es comprensible que Morán deteste los novísimos del fraudulento José Maria Castellet.  Sin excepción.

 

La turbulenta vida de José Hierro.

 Nunca la tumultuosa  biografía de Hierro, que Moran abre en canal  en este libro, podrá borrar la trémula confesión de Las alucinaciones; sigo fiel a Hierro porque, entre otras cosas, el vitriolo de Morán me descubre poco que no supiera ya  de primera mano. Respecto a Egea, lo tengo como el más notable de lo que pudiéramos llamar escuela granadina del tardofranquismo, palabra atribuible  a Umbral, al que Morán detesta.  Egea, visionario en 1976: “en este mar que nace no quiero que navegues/ naufragarás sin nombre/lejana nave mia/distante barco azul”/ Aprovecho este comentario para una restitución a Javier Egea. En mi libro Historias golfas e intelectuales del Café Gijón, los duendes del ordenata, atribuyeron a Javier, “suicida y comunista”, el nombre de Julio Alfredo, su tio, alcalde falangista y franquista -me señala  Ángel García López- además de poeta. Gracioso ¿no?. La evidencia quizá no necesitara aclaración; pero mejor así para los cazadores de erratas.

 La escuela granadina de la Nueva sentimentalidad,  como movimiento, hace tiempo que entró en desguace: Javier Egea, suicidado; García Montero, devenido en sociata   sin llegar a intectual orgánico del Psoe, buen poeta sin embargo; Álvaro Salvador, muy activo antes,  silencioso hoy.  Cuando Moran habla del entreguismo al “socialismo gubernamental” de la poesía antes militante, se olvida de Carlos Alvarez, que nunca fue mandarín eso está claro. Ni entreguista. Aquí sólo se habla de mandarines.

Piedra de escándalo.

 ¿Cómo un libro se convierte en  piedra de escándalo antes de publicarse, tal como ha ocurrido con El cura y los mandarines? Materia no le falta, pero el propio autor precisa más: “en ocasiones los libros  son como las armas de fuego: los carga el diablo”. Planeta ha sido el diablo que ha cargado este texto, tras elogiarlo hasta la desmesura y luego parar su  publicación, y Akal el artillero que ha disparado. La munición la suministra, naturalmente, el autor. Los mandarines, los que iban para críticos y subversivos, los que partieron el bacalao de la discrepancia  y acabaron en mayordomos del poder, creadores de opinión  y mayordomos institucionales.   Ahí está el detalle.

 El libro empieza en Santander eres  novia del mar, bolero de Jorge Sepúlveda, un republicano que hubo de emboscarse en bolerista para no ser depurado, como afirma  Gregorio Morán. Tantas veces  arrimando material, sin sospechar que  Sepúlveda era Luis Sancho Monleón, un puto rojo. Tenía razón Gerardo Diego -“huevo de águila, a Franco nombro”- cuando en el Gijón afirmaba que, en la posguerra, Santander era más importante que París. 

Santander, origen  del mandarinato.

Gregorio Morán recoge otra definición, ajena a Diego, la de Atenas del Norte, que es un rango  superior. Yo tengo una imagen de Santander sacada de las  novelas de Jesús Pardo, feroces y descarnadas,  sobre  la élite social santanderina, que era la de su familia. Ahora es preciso morir o Autorretrato sin retoques  son  un ajuste de cuentas con su familia y consigo mismo.

 Santander viene a  cuento porque Jesús Aguirre, el cura, es el hilo conductor, aunque intermitente de este libro: santanderino nacido en Madrid, hijo de soltera, cura, maricón y Duque de Alba como es sabido y Gregorio Morán data y documenta en El cura y los mandarines. La talla intelectual y política del Duque de Alba consorte, entre lo patético y lo ridículo, no da para tanto hasta que en el último tramo, despreciado por todos, explota con inusitada fuerza expansiva. Pero el Duque es espejo de arribistas y trepadores, modelo de la impostura intelectual  del tardofranquismo, la Transición y la democracia pútrida.

De cura  a Grande de España.

Pese a todo,  nadie le quitará el mérito de haber sido antifranquista, desde el confesonario y el púlpito de un Colegio Mayor y las capellanías  de la Ciudad Universitaria. Este Duque de Alba que se promete a la mayor Grandeza de España, siendo bujarrón y todavía sin secularizar, este jerifalte está necesitando un Valle Inclán; con todos los respetos, creo que le viene grande a Morán.  Jesús Aguirre es un  presbítero, dandy y  heterodoxo, que  acaba en dama ajada  y resentida, como una actriz  a la que nunca dieron el primer papel.  

 El máximo grado de desprecio se lo otorga Gregorio Morán a Pedro Laín Entralgo,  pendón de un falangismo franquista, que siendo mandamás, como siempre,  en la democracia e ideólogo del El Pais, pretendió redimirse con Descargo de conciencia; libro que no es una apuesta de riesgo, como su amigo Dionisio Ridruejo, sino una indecente manera de resituarse.  Para Ridruejo tiene Gregorio Morán un respeto imponente, lo mismo que para Manolo Sacristán,  -máximo exégeta de Gramsci y de Marx-  miembro del Pce-Psuc desde 1956. Respeto también para Sánchez Ferlosio, convicto y confeso de un acto innoble, según propia confesión; apoyar a Javier Pradera y Felipe González, en el sí a la OTAN. Juegos malabares entre el sí y el no de los gurús más representativos: sólo 5 rotundas negaciones: los dramaturgos Buero Vallejo y Antonio Gala, el filósofo Savater y los periodistas Manuel Vicent, Vázquez Montalbán y Raúl de Pozo .

 Escarnios para Castilla del Pino y Haro Tecgen, con casi toda su prole suicidada: malvados héroes de tragedia griega, sobre todo el psiquiatra Castilla del Pino exfalangista alucinatorio.  Ridruejo  y Sacristán, desde posiciones antagónicas, son dos cabezas pensantes siempre a la contra, con las que ni amigos ni enemigos sabían qué hacer. En ambos hay raíces joseantonianas, que Sacristán explica por el entronque de José Antonio con Ortega y Gasset y Dionisio por haber sido del equipo titular. Morán no la cita, pero yo recomiendo Dionisio, una pasión española, de Ignacio Amestoy.   Ambos serán  repudiados y perseguidos por  propios y ajenos.

 El cura y los mandarines carece de  lo que tópicamente se llama “vocación de estilo” y, en ocasiones  se lleva mal con la sintaxis, como si fuese una yuxtaposición de estilos. Para dilucidar culpas sobre la desertización cultural y política de España, no se requiere un estilista, sino un investigador temerario y valiente. Las reiteraciones son abundosas; de haberlas evitado, Morán se hubiere ahorrado muchas páginas. Tiene, en cambio y con frecuencia, un fulgor asesino, el brillo navajero de una frase homicida que incendia y aniquila.

 Omito las frases lapidarias referidas a  amigos y conocidos porque este comentario no pretende ser neutral. Pero no me resisto a poner algunos ejemplos;  Jesús Fueyo: “una acémila filosófica, permanentemente beoda”; Rafael García Serrano: “un Hemingway de Sanfermines”, el pensamiento de Aranguren, sólo el pensamiento: “en ocasiones parece un beodo al que le falta la última copa”.  Y Mario Pifarré, un decano de Universidad, era  “un forajido con birrete”. Y Carrillo, “un chamarilero de la política”. Y así. Por lo que tiene de fermento histórico de una impostura, la frase más  aguda es:  El País, parodia del intelectual colectivo”. Donde dice colectivo, yo añado orgánico.

 Cosas sabidas, pero no contadas.

Parte de lo que cuenta es sabido y quisiéramos que muchas cosas no  fueran verdad; son demasiados ídolos destrozados,  famas aventadas al bieldo,  imposturas iluminadas sin piedad.  Lo cual no quita traumática veracidad a El cura y los mandarines. Aunque mucha gente no tuviera claro el submundo del que procedía la democracia, sabíamos que esta  nacía tocada de ala. Es evidente que la Transición y la cultura de la Transición la rigieron los vencedores y los hijos de los vencedores del 39 y iban a arrasar, eso estaba claro, con el legado histórico. Ahí entra la sagacidad de Morán que  contradice siempre las tesis  oficiales.

 Es esclarecedor el subtítulo, Historia no oficial del bosque de los Letrados prestado por Wu Gingzi,  de este libro de escándalo y censura. Planeta llegó a considerarlo impecable y necesario antes de que otro cura, García de la Concha, le pusiera la proa: Cultura y política, esa es la madre del cordero; cultura e ideología.  Y negocio que, a la postre, parece ser la causa primera y única de la fulminación por parte de Planeta.

Los negocios de Planeta con  la RAE

 Once páginas han tenido la culpa de la interdicción; once páginas que Planeta pretendía  quitar al texto de  Gregorio Morán, un autor cimarrón y asilvestrado que, obviamente, no iba a pasar por el aro. Como en otras ocasiones, ante un autor y un libro chamuscado en la hoguera,  Akal acudió al rescate. Ese capítulo, el penúltimo, Los Académicos, no es el más venenoso del libro. Y Morán podía haber ido mucho más lejos. El vitriolo devastador del resto es más letal, en especial para la naturaleza y esencia de El País. Entre lo poco que se salva de la quema, un artículo de Pedro G. Cuartango, sobre los trapicheos de la RAE.

 En contra de lo que pueda deducirse,  el cura a que alude e título, no es García de la Concha, sino Jesús Aguirre, el académico, cura,  hijo de soltera y duque de Alba como ya se ha dicho, condiciones que, por sí mismas, no deben ser ningún contradiós inculpatorio. Pero estas circunstancias personales, en la posguerra de Santander, tuvieron que ser un trago. Peor es que Aguirre, del que solo se conocen algunos prólogos  y una recopilación de sus sermones, que conservo como si fuera un incunable, pasara por escritor. Lo suyo era la edición. Taurus,  de consuno con El Pais, fue  su  puesto de mando antes de ser duque de Alba consorte.   

Las razones de Morán para hacer de Aguirre eje de El cura y los mandarines no son  de índole intelectual, sino de la desvergüenza ejemplar de la impostura que, en el fondo, es la savia del libro. Libro ácido, temerario, que ilumina la opacidad cruenta de nuestra historia. Y que, por su peripecia editorial, descubre el poder omnímodo de los mandarines, precursores de libertad y luego transformistas.  No le darán a Moran por este libro el Premio Nacional de Literatura, ni le ofrecerán un sillón en la Española. Hay que leerlo  para averiguar por qué.

2) Jesús Pardo, literatura del escarnio.

Y ya que he traído a colación a Santander y Jesús Pardo, bueno será que diga algo de su última novela Rojo y Perla. Sigue los derroteros, o parecidos caminos, de sus libros anteriores: autobiografía, alcohol, sexo, periodismo. Las cloacas del periodismo, los viajes por los países del telón de acero cuando la Guerra Fría. Las novelas y las memorias de Jesús Pardo son pura transgresión moral, política y de lenguaje. Tiene pasión por los neologismos de invención propia, por las adjetivaciones sorprendentes; y por el sexo como resumen de una liberación crispada, indolente a veces pero con frecuencia,  compulsivo y volcánico: amor y odio, desdén, prostitución política y de la otra,  que, con frecuencia coinciden en alguna mujer de alta cuna y de baja cama, señuelo de turbios asuntos políticos: Santander, Madrid, el mundo. La mediocridad  de los lameculos del  periodismo y de la diplomacia, la infinita servidumbre. Y las corresponsalías en el extranjero y los viajes por los países del telón de acero.

 Juntos hicimos un viaje a la Rumanía de Ceaucescu; nos agasajaron de mil maneras, unos golfos nos (me) timaron en la calle,  aunque éramos invitados de honor; caímos gozosamente en todo,  menos en el garlito de escribir una biografía de Ceaucescu; nos juramentamos  para escribir, si había que escribir de algo, sólo sobre el Conde Drácula; Vlad Tepes,  el Empalador: Dracul, señor feudal de los Cárpatos

Siempre el sarcasmo y siempre la literatura como ajuste de cuentas personales y colectivas. Jesús Pardo pertenece a la literatura del escarnio y el vilipendio; menos en sus libros de historia sobre Aureliano o Trajano: “animula, glandula, vagula”; menos en su poesía en la que vierte su yo más íntimo y menos escandaloso.