Los espejos de Lhardy.
Si los espejos de Lhardy hablaran, dijo Carlos Abella en una charla sobre el histórico restaurante. Pensaba dedicarle un fragmento de este diario; pero Lhardy y Abella, dan para un post entero. El próximo. Lhardy fue picadero real y aristocrático; centro de conspiraciones. Y el del homenaje a Manolete de toda la intelectualidad, cuando la contrapropaganda del Régimen quiso demostrar que Manolete seguía siendo de los suyos. Abella puso el no hay billetes. Atentos al próximo post.
Biografía de Antonio Garrigues Walker.
Si los espejos de Lhardy hablaran, dijo Carlos Abella en una charla sobre el histórico restaurante. Pensaba dedicarle un fragmento de este diario; pero Lhardy y Abella, dan para un post entero. El próximo. Lhardy fue picadero real y aristocrático; centro de conspiraciones. Y el del homenaje a Manolete de toda la intelectualidad, cuando la contrapropaganda del Régimen quiso demostrar que Manolete seguía siendo de los suyos. Abella puso el no hay billetes. Atentos al próximo post.
Biografía de Antonio Garrigues Walker.
Es el nombre y el hombre de estos
días; el representante de una saga
kennedyana y liberal que ha sido partícipe activo de la historia de España y
podría decirse de la historia del mundo del atroz siglo XX. Han publicado una
biografía autorizada que casi no lo parece pues, según he escuchado al
biografiado, ni ocultan ni maquillan sus fracasos. Antonio Garrigues es un liberal consecuente.
A mi,
el liberalismo como conciencia
abierta, pese a algunas rudas experiencias, me interesa más que el liberalismo como
doctrina económica. Cuando la Oprobiosa, si escuchaba a algún azulón decir,
“mira, muchacho, yo soy un liberal, sabía que era una amenaza”. Los exorcismos
de Franco igualaban a marxistas ce cualquier pelaje, masones y liberales. En lo
económico, sabemos la impostura del socialismo estalinista; pero también
sabemos dónde nos está conduciendo el liberalismo, si es liberalismo la
corrupción que nos anega.
Con Garrigues es fácil entenderse,
incluso desde postulados políticos muy poco liberales como es mi caso. Es
poeta, es autor dramático con 50 obras de teatro escritas aún sin contrastar
con el gran público. De ahí, de esa capacidad para aunar abogacía, economía y
poesía y teatro, quizá me venga la admiración, y la amistad, con Garrigues
Walker. Siempre muestra hacia las cosas una mirada tolerante y compasiva. Estoy
deseando leer la biografía autorizada.
Teatro; dos obras de terror.
Dos obras he visto estos días que me han llamado la atención de índole
absolutamente diferente por no decir antagónica; Diez negritos, de Agatha Christie
en el Muñoz Seca y Excítame, un musical terrorífico de Stephen
Dolginoff. Ambas son algo más de lo que parecen. En Diez negritos, el misterio de una trama asfixiante la conduce
magistralmente Reguant de sorpresa
en sorpresa, incluso para quienes
sabemos de memoria trama y
desenlace. Es más que un misterio; es una idea de la culpa y el castigo, la
certeza de que nadie puede escapar a un crimen aunque la ley no haya podido
demostrarlo. Hace años Pedro J. Ramírez
me encargó un reportaje trasponiendo los personajes de doña Agatha a una
vendetta política de Felipe González
contra gente de su equipo. El reportaje en el Mundo fue una bomba.
Personalmente, creo que fue de lo mejor
que, en 25 años, he dado al Mundo, con otro sobre el asesinato de los
novilleros en Charco Lentisco, de Murcia.
El verano en Colmenar Viejo suelo emplearlo en
lecturas policiacas y de novela negra. Clausurado el retiro, siempre menos
apacible de lo que uno quisiera, vuelvo al ensayo, la lectura de teatro y la
poesía, en realidad nunca abandonados del todo. Todas los intrigas de doña
Agatha, con Diez Negritos en lugar de
honor, están en mi biblioteca. Ahora me encuentro mi novela preferida en una
buena versión de Ricardo Reguant, en
el Muñoz Seca, que introduce algunos elementos dinamizadores de la acción: una
variante en el desenlace necesaria, pues la trasposición textual de la autora
es inviable en escena, y las edades de algunos de los personajes. Notable una
interpretación coral con especial mención a Lydia Miranda en un personajes confrontado a varias bandas y en
situaciones explosivas con los demás.
Excítame
O el amor como devastación: La destrucción o el amor, que escribió Vicente Aleixandre. O Espadas como labios, que también
escribió el gran poeta. Excítame, el
crimen de Leopold y Loeb es una dura historia de amor y de dependencia afectiva;
pasión y desesperación. Una cruel historia de seducción, de venganza y
desesperación: capacidad de dolor del
sometido, dominio y poder del seductor. Con un crimen de por medio y un pacto
de sangre.
El texto de Stephen Dolginoff es magnífico, matemáticamente estructurado y un ritmo ascendente en el que no todo es lo
que parece: la víctima pudiera ser verdugo y el verdugo un poder sentenciado. Digo pudiera porque, como en las
novelas de misterio, el enigma se mantiene hasta el final con una gran
fuerza interpretativa y una dosificación
de las sorpresas extraordinaria. No tengo especial simpatía por los musicales,
pero los pasajes cantados están más cerca de Kurt Weill y Brectht que del musical puro y duro.
Pese a este sello, me gustaría ver
esta historia a palo seco: teatro puro sin esas injertos de música que,
personalmente, me rompen la emoción de lo trágico. En la dramaturgia se nota la mano de Pedro Manuel Villora, una de las mentes
más inteligentes y activas del joven teatro español; al menos, la noto yo.
Víllora estrenará pronto, como director, un texto de Ainoha Amestoy.
La soledad, novela de Natalio
Grueso.
Una novela poemática de Natalio Grueso, hasta hace poco
director del Teatro Español: insólita en el panorama narrativo español; un
lirismo sentimental y cultural, una narración agridulce en torno a la cultura y
la geografía del mundo entero. Sostener la intensidad restrictiva del poema,
que por naturaleza es un núcleo expansivo, es relativamente fácil en un relato
corto; mantenerla en una novela de gran
aliento es más difícil. Hay que tener pulso sostenido de narrador. El autor
adopta una estructura de capítulos breves que son fábulas, sueños o
ensoñaciones; pero no se trata de una adunación de historias yustapuestas.
Todos ellos tienen un hilo conductor, el viaje de Bruno Labastide por los lugares míticos del mundo: una biografía
asentada en los lugares míticos de la memoria.
Es, sobre todo, un viaje hacía la
intimidad del corazón devastado por la soledad. La técnica narrativa de Natalio
Grueso convierte las sensaciones emocionales en puntos clave de una historia
con muchos personajes unidos por parecidos sentimientos. Me cuesta creer que
ésta sea la primera novela de Natalio Grueso, debe de tener otras escritas.
Como obra primeriza sería una sorpresa. Sea o no sea la primera experiencia es una cadena de sorpresas; cada una refuerza la
anterior y predispone a la siguiente Y es una búsqueda de solidaridad y
convivencia, posiblemente estéril, a través de la amplitud y diversidad de la
cultura.
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