sábado, 19 de julio de 2014

TEATRO. PEREZ DE LA FUENTE, LA MOSCA COJONERA Y UN CONTRADIOS



A propósito de mi artículo en la revista Artez sobre la marcha de Natalio Grueso,  algunos lectores me han planteado, y se han planteado, algunas dudas e interrogantes. Respondo a ellas sin ánimo de polemizar ni siquiera de profundizar. El título ciertamente induce a error; El señor Grueso no cambia el teatro por la novela, aunque bien pudiera, pues La soledad es, como dice la propaganda, mágica e hipnótica. Y como dice Paulo Coelho, “novela delicada, hermosa y conmovedora”. Lectura   obligada  de verano que, como novela,  yo he seleccionado junto a Perla Roja, de Jesús Pardo, cuya vitriólica inteligencia empieza a hallar remanso en una ironía cada vez más sutil y sardónica. De ambas me ocuparé  in extenso antes de que llegue agosto.

Las dudas e interrogantes de mi artículo en Artez se centran en los motivos por los que  Natalio Grueso ha dejado el Español y si tras ellos puede agazaparse el temor a una amenaza de privatización de los teatros municipales paralizada tras la movida del Fernando Fernán Gómez. Natalio Grueso dijo en aquella ocasión, “no conmigo”; a lo que algún político municipal y espeso, respondió  entre bastidores: “pues se hará sin él”. La privatización, quiero decir. No creeré, aunque lo vea escrito, que tras el nombramiento de Pérez de la Fuente, pueda esconderse  esa estrategia ni ese objetivo, aunque es cierto que la privatizaciones tienen siempre perfiles difusos. Por ejemplo, los teatros del Canal con Jorge Cuiñas de gerente, ¿son públicos o privados?. 
En lo que yo conozco hasta ahora de Pérez de   la Fuente, eso sería imposible en él. Puede haber discrepancias con su línea programática;  pero hay dos  cosas inherentes, pegadas a su naturaleza: la independencia creadora y la ausencia de sectarismos castradores, aunque eso, por supuesto, puede haber cambiado en los procelosos años que  ha pasado  desde que dejó el CDN. Siempre habrá servidumbres o amiguismos veniales, o nepotismo sentimental, aunque no mayores de lo que es  habitual en un mundo tan zarandeado como el teatro,  tan obligado siempre a defenderse y a sobrevivir. En ese sentido, el hombre que vino  Talamanca de Jarama no se casa ni con Dios. Ha hecho público ya un esbozo de su programa; pero de ello no pueden sacarse conclusiones difinitivas y es tan amplio y difuso que es imposible no estar de acuerdo en algo. Su principal declaración de principios parece alentadora al menos para gente poco amante del orden. “Quiero ser una mosca cojonera, que esta casa sea un desbarajuste”.
 Una cosa es la acracia y la utopía y otra cosa muy distinta es el caos. A Pérez de la Fuente lo puedo ver en el caos gozoso, pero no lo veo  como un esbirro de grupos de presión. Por cierto, un numeroso grupo “interclasista” de gente de la cultura le ha dado a Mariano Rajoy un ultimátum de dos meses para que suprima  el 21%  de Iva con que asesina la cultura. Macbeth se limitó a asesinar el sueño; los políticos, faltos de ideales nobles y ágrafos  por falta de tiempo para la lectura,  asesinan la cultura, que es fuente de libertad.   Dos meses: ¿tan largo me  lo fiais?. En dos meses muchos grupos teatrales y proyectos teatrales pueden estar muertos.

De momento Pedro Corral, delegado de las Artes del Ayuntamiento,  ha afirmado, o a él se atribuye,  que  la candidatura de Pérez de la Fuente era la menos votada de las tres finalistas. Lo que ha dado pie a Jaime Lissavetzky, portavoz de Cultura del Ayuntamiento, para  pedir las actas del Comité Asesor. Esa declaración, de ser cierta, parece un contradios innecesario.    En este contexto, lo más llamativo y que puede prestarse a interpretaciones varias del discurso de Pérez de la Fuente es lo siguiente: “que sean los profesionales del teatro y no los políticos, ni de izquierdas ni de derechas", los que lo dirijan el tinglado de la vieja farsa.

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