viernes, 30 de mayo de 2014

SAN ISIDRO.TARDE DE HULE Y HEROES. ABELLAN A SANGRE Y FUEGO


Joselito Adame pudo acabar también en manos de don Maximo, como acabaron Paco Ureña y Miguel Abellán. Pero el mexicano aguerrido como un dios del sol, se libró por técnica, valor sereno y firmeza ante los espíritus perversos  de sus toros. Torería, que es algo más que valor a secas. En esas circunstancias, el héroe  de la tarde fue Miguel Abellán que merece capítulo aparte. La oreja, a sangre y fuego; más de sangre y de fuego que de oro; pero esas orejas valen más
 Como un Ecce Homo, como un Cristo recién escapado de los sayones; así se retiraba Miguel Abellán a la enfermería. Tras una paliza imponente del toro de Montecillo que lo breó a cornadas y a patadas. Abellán estuvo muy valiente toda la tarde y fuera de sitio, o al descubierto, en algunos momentos. Por ahí vino la cogida y unos cuantos desarmes que, después de una delicada operación quirúrgica muy delicada de riñón, pudo resultar  fatal.
Fatal es, sin embargo, tener que irse al hule cuando se viene a la primera plaza del mundo con ganas de comérsela; iba por el callejón como un boxeador noqueado y agarrado a las cuerdas para tenerse en pie.  Su imagen de Cristo crucificado, azotado y coronado de espinas es la imagen de un torero macho. Por prodigiosas que sean las manos del doctor García Padrós, la paliza, los pisotones, las patadas y los tornillazos del toro de Montecillo, deslucido y desrazado como toda la corrida, no se los quita ni dios; libró limpiamente dos largas cambiadas de rodillas, un lance habitualmente estrafalario e innecesario, esta vez  dibujado limpiamente. La cogida vino al destaparse en un muletazo y  conste que no fue culpa del viento.
Abellán se fue al hule y se levantó de él huyendo de las manos de los doctores.   Salir de la enfermería para enfrentarse a una mole de 600 kilos es un gesto de vergüenza torera; bordó el toreo de capa y  con la muleta aguantó el chaparrón de un toro hosco y sin la mínima educación, que lo quería coger como lo había cogido su compañero de encierro. Tarde  aciaga que Abellán convirtió en gloriosa y Paco Ureña remató en la enfermería.
 En el mismo lugar pudo terminar  Joselito Adame, al que, pese  a sus dotes lidiadoras, el tercero lo llevó por la calle de la amargura y  a la cuadrilla también. Un barrabás asesino que se arrancaba contra todo lo que se movía menos al toque de  la muleta.  Y sin embargo fue el noble, pastueño y aparentemente inofensivo cuarto, el que se la pegó a Paco Ureña. Tampoco fue culpa del viento. Ureña, el estilista y clásico Ureña, perdió el sitio y cuando un  torero pierde el sitio en la lidia,  ese lugar lo ocupa el toro y lo que es peor la cornada.
 Paco Ureña, un estilista, ausente de muchas plazas y de muchas  ferias;  y yo confieso  que es un torero que merece mucha  atención.  Al menos tiene la mia, que no vale de mucho; pero a mí me conforta. La cornada le llega a dos dias de su segundo ajuste en San Isidro, el domingo. Adiós a la ilusiones de todo un año. Los dioses son así de vengativos.  Auguro  que, contra sus muletazos de alta escuela, los dioses no han de poder siempre. Como no pueden contra el guerrero azteca Joselito Adame

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