lunes, 30 de diciembre de 2013

FABULAS APÓCRIFAS DE BELEN (III). LA GRAN CORRIDA

Finalizaba el año, que era como un cambio de época, tan negro se presentaba, y los taurinos decidieron peregrinar a Belén; no tanto para expiar sus numerosos y graves pecados, cuanto para encontrar alguna solución que viniere más del milagro que de su menguada razón. Cuando José escuchó los cencerros de los cabestros y la voz de los mayorales dijo ciertos son los toros; la vaca mugió melancólicamente y la mula ni se inmutó. La torada pasó de largo, más enseguida apareció una Comisión de la gente del toro con raros presentes para  Jesús poco dado, de momento, a las artes e industrias de la tauromaquia.  Martínez Uranga,  apodado don Choperita, el Don de las Ventas, ofrendó a la Familia Sagrada, a perpetuidad,   tres abonos de barrera del 10, aledaños del lugar donde  se sienta el Borbón  cuando se digna honrar la Fiesta;  en manos de  reventa esos abonos aliviarían de por siempre las penurias de la familia;  sobre esos dividendos Montoro,  el recaudador, apodado el fenicio pese a ser romano, no podría poner  sus zarpas, pues quedaban exentos de declaración, por real gracia del Borbón. A empresas más turbias de eximentes y perdonanzas financieras tenía acostumbrado Su Majestad al reino.
Morante de la Puebla le regaló un capote de paseo con el Cachorro, lo cual sobresaltó sobremanera a Jesús al que Morante apaciguó dánde una verónica a la vaca. Ponce depositó ante María dos azumbres de aceite puro de oliva y dos arrobas de aceitunas de sus campos de Jaén. Y Diego Urdiales  trajo una cosecha de vinos de Rioja, chorizos  de todas clases y espárragos que, en el mercado de Judea, buenos sextercios valdrían. Y recordando Urdiales sus tiempos primeros de pintor de brocha gorda se ofreció a pintar de grana y oro aquella pobrísima cueva cubierta de telarañas. Para no ser menos que Morante, ambos, Ponce y Urdiales,  también le dieron unos capotazos a la vaca que estaba ya en su salsa y  mugia de gozo. El Niño Jesús dijo olé y José no dijo nada. Vino luego  Daniel Ruiz, hijo, ganadero de postín, y ofreció un extraño artilugio llamado mueco; nadie sabía cuál era su uso y utilidad, pero la vaca, apercibida y lista, enterró  sus cuernos en la paja y el estiércol en un raro gesto temeroso. El último de la Comisión era     Pablo Lozano,  hijo, de la afamada estirpe de los Lozano, que construyó un grupo escultórico con todas las figuras presentes; es leyenda que aquellas primorosas esculturas han pasado a la historia como el primer belén navideño de la cristiandad.

Todo parecía concluido y en paz, cuando aparecieon los aficionados del 7, reivindicativos y vocingleros, a los que el  Don Choperita, recriminó su actitud poco democrática; y vino también Miguel Angel Santamaría,  alcalde de Colmenar Viejo, a la cabeza de las Peñas Tierra de Toros  y el Rescoldo, con un memorarial que haría de La Corredera lo que siempre fue: plaza del toro íntegro y encastado.Ninguno de la Comisión les hizo caso ni a los del 7 ni al edil colmenareño. Y cuando se retiraban,  apareció el flautista, de mejor nombre don Boix, pero nadie le había dado vela en el suceso, con lo cual el flautista se fue con la música a otra parte.
Por último se acordó que el escriba más famoso de Judea, Molés Plus o Manuel Molés a secas, el genuino o el paródico, o ambos a la vez, levantara acta de la sesión. Pero por no sé qué razones se prefirió que lo hicieran los hermanos Pérez  y Zabala de la Serna. Ignoro  qué contarán estos ilustres escribas; pero las cosas ocurrieron tal como las he contado, más una foto que Maite Túrrez   le robó al Niño Dios ensayando una verónica con el capote de Morante, Una foto de arte y ensayo que acabó formando parte de la iconografía navideña;  como el belén de Lozano

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