miércoles, 16 de octubre de 2013

ODIO A VALLE INCLAN Y A UMBRAL

Y los odio porque me acomplejan, porque me quitan las ganas de escribir. Lees, o ves, en el escenario a Valle Inclán o a Umbral y dices para qué seguir escribiendo, nunca llegarás a nada. Es lo que se llama un odio positivo, un maldito odio de  discriminación positiva. Y rencorosa.. Estreno a lo grande en el Español. Y apuesta fuerte de Natalio Grueso que merece ganar. Valle Inclán siempre es un desafío; y Tirano Banderas, más. Controversia en el patío de butacas, en el vestíbulo, en las tabernas de la Plaza Santa Ana mientras tomamos un refrigerio. Algunos recuerdan el Santos Tirano de hace cuarenta años de Ignacio López Tarso y el coronelito de la Gándara, de Manuel Gallardo. Y se elogia a un pérfido y enrevesado Emilio Echevarría.

  Y al hablar de Valle es inevitable hablar de Francisco Umbral: los botines blancos, la bufanda roja: dos dandis, dos iconoclastas. Si Umbral estudió tan a fondo a Valle  Los botines blancos de Piqué, fue porque a la vez creía estudiarse a sí mismo. Como le pasó con Larra, Larra anatomía de un dandi. Hoy en Majadahonda homenaje a Umbral y a Mortal y Rosa por reputados umbralistas. Es ya un tópico considerar Mortal y Rosa como el mejor  de su centenar de libros. Pudiera ser, pero Umbral tiene muchos "mejores libros"; sin ir más lejos, Un ser de lejanías, Los botines blancos de Piqué, El Cesar visionario.  A mí me salen, por lo menos,  veinte "mejores libros" de Umbral sin contar los miles de columnas de periódico. Me hubiera gustado verlo en este Tirano, como durante los dos meses que compartimos la crítica de teatro de El Mundo. De Mortal y Rosa recuerdo hace tres años a María Toledo, Echanove, Juan Diego; montaje de De Paco y escenografía de Loaysa en el Figaro de Salaverría. Nos llegaron muchas ayudas para un elenco así e incluso la Fundación sacó un viático sustancioso para otros menesteres umbralianos. Yo me ocupé de  la selección de textos, el reparto, la ficha artística  y la intendencia. Sobre todo la intendencia..

Muerto, el recuerdo de Umbral está muy vivo. Pero yo huyo del autor de las Ninfas, como de la peste. El deslumbramiento de  Umbral y Valle es mortífero para escritores y periodistas: aniquila a los imitadores como Picasso destruia los suyos en pintura: animales depredadores. Incluso cuando elogiaba, Umbral era un peligro. A mí me puso el prólogo a mi primer libro de versos, La frente contra el muro  y, aunque he llegado a publicar una decena, nunca he logrado ponerme a la altura de ese prólogo; Jaime Siles y Javier Alfaya dicen lo contrario, pero no estoy muy seguro de ello. Cuando se murió de muerte natural, todas las muertes son naturales,    su sucesor también natural, Raúl del Pozo, en la columna de El Mundo, tenía miedo de no heredarle. Yo nunca estuve en las quinielas y la sola remotísima posibilidad me daba pánico. Raúl me llamaba todos los dias y me invitaba a comer en el Puchero para averiguar posiciones. Y yo siempre le decía lo mismo: tranquilo, Raul; yo creo que no hay nadie mejor que tú; los demás no damos el perfil y PedroJ lo sabe. Cuando heredó, Raúl dejó de llamarme y de invitarme al Puchero; y ni una puta negita en su columna.

A Umbral le he escrito un par de libros que a mí no me gustan porque no están a su altura; pero a él le gustaban mucho. Sobre todo porque por uno de ellos, La escritura absoluta, su biógrafa la Caballé me tiró dos o tres cornados a la femoral. Desde este blog mando un abrazo a Raúl, a Antonio Lucas, a todos los umbralistas, a Aurelio y a Manu y Asunción. Y a María España, sobre todos. Umbral no morirá.

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