domingo, 15 de septiembre de 2013

TOROS; CRÍTICA LIBERAL PARA ILUSTRADOS

Septiembre 15, domingo.

La cogida de David Adalid, al encerrrase en tablas en un par al quiebro,  y la negativa    a irse a la enfermería al menos para restañar la sangre que manaba de la pierna,  es consecuencia de la confusión de jerarquías que se ha establecido  en la cuadrilla de Javier Castaño. Vale el pundonor, la vergüenza torera y la cornada, que va incluida en el sueldo; pero el exceso de protagonismo de un subalterno perjudica al matador. Por mucho menos de eso, José Miguel Arroyo, en la Maestranza, puso firme a Martín Recio. La cosa se veía venir desde que, en la memorable tarde de las Ventas, un pánfilo Javier Castaño hizo de subalterno de su  cuadrilla, extraordinaria, nadie lo niega,    fijando el toro mientras los demás daban la vuelta al ruedo. Cualquier dia, pensé entonces, los peones  invitarán a  desmonterase al matadar; eso no quita para que Tito Sandoval, David Adalid y Fernando Sánchez sean tres fenómenos; sin olvidar al que brega, Marco Galán; ni al otro picador Fernando Sánchez, con menos retórica que  Sandoval, pero que tira muy bien la vara. Lo que importa de este comentario liberal es la circunstancia concreta de David Adalid, quebrando por los adentros y saliendo, tras la cornada, a poner el fallido par. A partir de ahí la cornada estaba cantada. Y todo por cambiar los planos jerárquicos de matador a  subalterno. Gloria a los peones; soy igualitarista y creo que  todos somos iguales, aunque unos  más iguales que otros:  todavía hay clases. Gloria a los grandes banderilleros,  siempre al servicio del matador; muy bueno el tercio de banderillas del cuarto y los quites a cuerpo limpio de Adalid y Sánchez; pero sobraban los juegos y jeribeques posterores.

La miurada salió mitad y mitad: los tres primeros inválidos de hospital, el cuarto a media camino entre la paraplejia y el genio malo; y quinto y sexto con problemas  que los matadores resolvieron en plan gladiador. Y si a los miuras les fallan las fuerzas y el sentido ¿qué les queda? Allí  solo valían los recursos lidiadores de Robleño   y de Castaño, que fueron muchos. Ni Robleño ni Castaño son Antonio Bienvenida o Chenel, pero  siempre les toca bailar con la más fea. La embestida del  miura malo suele tener una trayectoria inversa al buen toreo siempre  de arriba abajo; la cornada que tira el miura  va de abajo arriba y puede pillar desde el tobillo a la cabeza del matador; es una trayectoria global y por ese trance pasaron, en el circo romano de Nimes, tanto Castaño como el aguerrido Robleño. Esos detalles -dónde puntea el pitón,  en qué luz del vestido saca chispas- los da muy bien el realizador del Plus. Con todo, lo que a mí más me llama la atención es la verdad emocional de un torero de tronío, al que admiré  mucho, reciclado en comentarista,  Emilio Muñoz, que pasó mucho miedo en los ruedos y lo sigue pasando ante el micrófono cuando el toro pega tornillazos. El toreo es un arte sensorial y Emilio lleva el sentimiento a flor de piel. Las duquelas que ayer pasaron Castaño y Robleño las sufría, sin disimulo,  el torero trianero de la calle Pureza.

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